Las alzas en los aranceles para la importación de calzado al país iniciando la década del 2000, el potencial de los zapatos que usan el plástico como material, y los deseos de construir un proyecto local, fueron algunas de las razones que terminaron consolidando en 2006 la creación de Evacol, compañía vallecaucana.
Sin embargo, esta firma que genera 600 empleos entre directos e indirectos en Colombia y que factura más de $40.000 millones al año, también ha sufrido dificultades.
Precisamente, a comienzos de este año la Superintendencia de Industria y Comercio (SIC) le prohibió a Evacol comercializar tres referencias de zapatos tipo ‘zueco’, registrados como marca tridimensional por la empresa estadounidense Crocs. Disputa en la que la colombiana no está dispuesta a rendirse en el proceso, según le explicó a este diario, Antonio Wang, gerente general de Evacol.
El directivo además habló de las estrategias que tiene la firma a corto plazo, qué países tienen en el radar y cuáles serán los focos de inversión.
¿Cuántas tiendas tiene actualmente Evacol?
Tenemos 70 que están distribuidas entre directas y franquicias.
Para lo que resta de año, ¿cuántas esperan abrir?
Creemos que podrían ser tres puntos más.
¿En dónde les gustaría?
Estamos mirando la costa y Bogotá. Creemos que en la capital todavía hay espacio para seguir creciendo.
¿En qué países tienen presencia?
Estamos exportando a distintas naciones, entre estas, Costa Rica, Argentina y Ecuador. En este último tenemos cinco puntos a través de franquicias.
¿Cuáles son los planes de expansión internacional?
Queremos a 2022 estar en México, Perú, Chile y Argentina. Además, fortalecer nuestra presencia en Ecuador.
La planta de producción de ustedes está en Yumbo, ¿planean ampliarla?
No por el momento. Tenemos 12.000 metros cuadrados y creemos que es suficiente por ahora. Lo que sí queremos hacer es destinar inversiones hacia el desarrollo de la innovación en producto. Esto implica capacitar al personal, probar nuevos materiales y tener otro tipo de maquinaria, entre otros.
¿Cuántos pares están produciendo?
Alrededor de 4 millones por año.
¿Cuáles son las líneas que manejan en el portafolio?
Actualmente tenemos cinco. Entre estas contamos con sandalias, zuecos, dotación (producto institucional), tenis, calzado casual y accesorios.
En términos de empleos, ¿cuántos generan?
Directos son 400. Los que son a través de franquicias son 200 más.
En facturación, ¿cuánto esperan crecer este año?
En ventas, las cuales fueron mayores a $40.000 millones en 2018, esperamos crecer 10% este año. En unidades creemos que podríamos tener el mismo incremento.
En otros temas, cuéntenos un poco del pleito con Crocs...
En 2009 nosotros nos dimos cuenta de que la tendencia del zueco en el mercado estaba creciendo. A raíz de eso invertimos mucho más en su desarrollo, pues antes trabajamos mucho en sandalias. Entre 2010 y 2011, logramos posicionamiento de marca.
En 2012 le solicitamos a la SIC registrar el diseño industrial de nuestro modelo de zueco, uno clásico y otro con una banda. Sin embargo, la Superintendencia nos lo negó porque decía que no tenía novedad, que era muy genérico y que el mercado ya tenía mucho de ese tipo de zapato.
La sorpresa fue que años después, Crocs solicitó el mismo diseño que nosotros, pero con otro concepto que se llama marca tridimensional. Nosotros objetamos esa decisión porque cuando se les aprobó a ellos, ya llevábamos años trabajándolos.
¿Qué les tocó hacer con este tipo de zuecos?
Nos tocó sacar del mercado tres referencias. Tuvimos que destruir más de 50.000 pares y eliminar el molde. Perdimos más de $350 millones en inventario. Además, hay una sanción de $180 millones.
¿Por qué continuar en el proceso?
Más allá de la pérdida de dinero, nosotros queremos pelear por justicia, por el derecho industrial de Colombia, por la libre competencia y también por el consumidor. Crocs importa su producto y los vende aquí a precios mucho más altos que los nuestros. ¿Se imagina que en Colombia solo esa marca pueda vender legalmente ese tipo de zapatos? El consumidor debe poder de elegir.
valcif@eltiempo.com