Un alga tan minúscula que solo puede ser vista a través de un microscopio fue el germen de Naturela, una empresa que hoy, diez años después, tiene sus productos en importantes cadenas de retail nacionales y está ensayando exportar.
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Carolina Orduz, fundadora y actual gerente, cuenta que todo comenzó en un viaje que hizo a Ginebra (Suiza), en el cual conoció a un directivo de una ONG internacional. En una visita a su casa observó inquieta que en el patio había un cultivo tapado con plásticos y en una habitación tenía un laboratorio.
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Preguntó de qué se trataba todo esto y el anfitrión la sentó frente al microscopio, que no era ajeno a ella, por ser bacterióloga, y le presentó una microalga de un verde intenso y forma de espiral, que, justo por esas características se llama espirulina.
Aunque tradicionalmente los habitantes que rodean el lago Chad, en el país que lleva el mismo nombre, en África, la consumen desde siglos atrás, fue apenas en la década de los 60 que se conoció en occidente, luego de que un grupo de expedicionarios observó que el rosado de los flamencos que volaban alrededor era más intenso de lo normal.
También, la tribu que vivía en las inmediaciones tenía mejor aspecto que el resto de las personas de esa nación azotada por el hambre y, al parecer, se debía a su costumbre de tomar una nata que se producía en aquella fuente hídrica, secarla al sol y transformarla en una especie de pan verde al que llaman dihé. En México tampoco era desconocida por los mayas y aztecas, pero desapareció por la contaminación. Para el momento en que la bacterióloga Orduz la conoció, ya habían hecho pruebas en África con más de 3.000 niños desnutridos, con excelentes resultados en su recuperación.
Animada por su amigo, trajo la cepa a Colombia y comenzó a dársela a probar a familiares, vecinos y niños pobres de su tierra. Sin embargo, solo en el 2005, unos 3 o 4 años después, decidió que era necesario darle sostenibilidad, y en compañía de una hermana y una sobrina creó la empresa de manera informal y la inscribió en la cámara de comercio en el 2007.
BUSCA DE RENTABILIDAD
La compañía queda en las afueras de Cumaral (Meta), un municipio ubicado en el piedemonte llanero y les da empleo a 30 personas.
Los primeros esfuerzos se enfocaron en estabilizar el cultivo, algo difícil por proceder de un lugar tan distante y con condiciones ambientales diferentes, pero hacia el 2012, las Orduz vieron que lo ideal no era vender el alga natural, sino aliarse con alguien que cultivara (la firma ecuatoriana Andes Spirulina) y ellas meterse en el campo de la innovación, con productos que agregaran valor.
En ese proceso han estado acompañadas por iNNpulsa, Colciencias, el Sena y profesores de la Universidad Javeriana.
Hoy día cuentan con un portafolio de 18 productos en el segmento de alimentos saludables, entre los que la estrella sigue siendo la espirulina, que viene en cuatro presentaciones, pero también hay mentas, infusiones (tés); una bebida de clorofila con espirulina y cúrcuma; una mezcla de fibras solubles e insolubles y probióticos, entre otros. El último es un snack en el que mezclan la espirulina, chía y linaza con la fórmula del tradicional pan de arroz llanero y lo presentan como rosquillas.
“Nos dimos a la tarea de coger la fórmula de mi mamá y de mi abuela, porque nosotros nos criamos moliendo para hacer pan de arroz y tungos (envueltos de arroz). Así nacieron las rosquillas integrales de arroz Naturela, que son el producto con la evolución más rápida de todos los que hemos puesto en el mercado”, añade. Este fue el que les permitió entrar a tiendas de cadena, como Éxito y Carulla, además de que están en proceso de penetrar en Pan Pa’ya y Starbucks.
El año pasado facturaron cerca de 1.500 millones de pesos y se impusieron la meta de terminar el 2017 creciendo de 10 a 12%, algo que creen lograr. El otro desafío, de la mano de ProColombia, la meta es consolidar exportaciones, tras varios envíos que han realizado a Costa Rica y Ecuador.
De hecho, el diseño del empaque contiene información en inglés y español, porque la idea es llegar siempre a un mercado externo donde el producto sea bien valorado. Sin embargo, la señora Orduz sostiene que la idea es no perder su objetivo inicial. “Jamás se nos ha quitado de la mente el sueño de que esto sea un proyecto social, beneficiando a la gente, ojalá madres cabeza de familia de la región, para que cultiven el alga con el entrenamiento previo nuestro, que se beneficien del producto y podamos también comprarles”, puntualiza.