Apenas una hora antes de ser confirmado como director de Barclays, Jes Staley había enviado un correo electrónico a sus 132.000 nuevos subordinados presentándose y diciéndoles lo que él propone hacer con el banco. Unos minutos antes de ser publicado me lancé a leerlo, segura de que lo iba a disfrutar muchísimo.
El financiero estadounidense viene de mi propia alma mater, JPMorgan, que tiene reputación de forjar algunos de los principales banqueros del mundo, pero también ha contribuido a forjar algunos de los más dudosos ejemplos de comunicación. El fallecido Jimmy Lee era un gigante de la impertinencia, como vicedirector, envió un correo ordenando a todo el mundo de las finanzas corporativas a “tomarse el tiempo para llamar a un cliente y decirle que lo ama”.
Sin embargo, Staley parece haber compuesto algo relativamente sensato. Su despliegue emocional es el de un hombre que ha conseguido un trabajo de muy alto perfil, ganando mucho dinero.
El mensaje que sigue es algo ligero en personalidad, con su grito sordo de “Trabajaremos juntos... Mi ambición es restaurar Barclays a la posición que le corresponde: exitoso y admirado”, dice Staley, suena vagamente sincero, o por lo menos más sincero de lo que le sigue.
Aunque es solo cuando llega al meollo del memorándum que su lenguaje cae en la pomposidad y la fealdad: “Completaremos la transformación necesaria del Banco de Inversiones a un modelo menos intensivo en capital”. Apuesto a que lo dijo a propósito, se debe sonar serio cuando se hace un anuncio importante.
Yo le hubiera dado seis de diez puntos, si no fuera por dos usos imperdonables de la palabra “valores”. “No podemos renunciar a ser una organización impulsada por los valores”.
Me temo que sí puede. En efecto, se puede.
El predecesor de Staley estaba enamorado de la idea pero todo lo que Jenkins logró con su acrónimo Rises (respeto, integridad, servicio) fue convertirse en un hazmerreír.
Mucho peor que sus afirmaciones sobre “valores” en plural fue lo que dijo sobre el “valor” en singular.
La confianza, dijo, era “la llave para abrir el valor del accionista”. Esto, seguramente, es falso. Pero lo que choca es el cliché “abrir el valor del accionista”. Esta es la frase favorita del presidente de Barclays, John McFarlane, quien nunca hace ningún anuncio sobre el banco sin declararse dedicado a entregar/abrir/crear el valor del accionista, así que no sorprende que tengan igual tic conversacional.
Lo que asumo quieren decir ambos hombres es que buscan que el banco gane más dinero y que el precio de sus acciones suba. Al usar la palabra “valor”, piensan que lograr grandes ganancias suena más ‘ valioso’.
Sin embargo, no funciona. El valor no solo es falso como concepto, es ambiguo. A veces quiere decir el retorno del capital, a veces los ingresos por acción y otras un aumento del precio o las acciones.
LA CONFIANZA DENTRO DEL MERCADO
Si el Sr. Staley quiere hacer crecer mi confianza, podría empezar con usar las palabras “dinero” y “ganancia” un poco más. Y si quiere abrir algo podría hacerlo con una llave. Aunque pensándolo bien, si la confianza es una de las llaves para el éxito, no se necesita una llave real para abrir la puerta de una oficina construida para mantener el resto del mundo fuera.
Este valor, aunque claramente importante para el comercio en general, no va a engrasar las ruedas del mercado. Es siempre infernalmente difícil de saber dónde los grandes bancos hacen su dinero, pero los deficientes números y el precio de las acciones en caída sugieren que el problema de Barclays no es la falta de confianza: es la tasa de cambio, los costos de delimitación, los impuestos, los gastos, etcétera.
Lucy Kellaway
Financial Times