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21 dic 2019 - 6:25 p. m.

La transformación del grande alemán de la fotografía

En sus más de 100 años de historia, Leica ha sabido adaptarse a los cambios del mundo.

Leica

Un empleado fabricante alemán de cámara Leica que reúne cámaras M7 en la planta de la compañía en Solms.

AFP

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Portafolio

Un conjunto de edificios blancos y altos, de ventanales amplios y verticales, que visto desde el cielo recuerda una cámara fotográfica. Así es la sede principal del gigante alemán de la fotografía Leica, cuyas oficinas están ubicadas en el Leitz Park, en Wetzlar, a 65 km de Fráncfort (Alemania).

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Al entrar, justo al lado de la recepción, hay una exposición que cambia cada tres meses y destaca el trabajo fotográfico de algún artista en el mundo.

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Un poco más allá, después del mapa de las instalaciones, un hall alberga la exposición ‘36 recuadros de los 100 años de Leica’. En las paredes, los recuadros negros recuerdan una cinta de negativo, con los 36 frames posibles que se usaban en los primeros rollos de fotografía.

Allí están expuestas piezas como el V-J Day en Times Square, recordada como el beso del fin de la Segunda Guerra Mundial; la imagen de la niña del ataque con napalm en Vietnam, de la serie The Terror of War del reportero gráfico Nick Ut, y el retrato de Mohamed Alí, de la serie Now You See Me de Thomas Hoepker, entre otras.

La marca, cuyo nombre se deriva de una combinación del apellido Leitz y la palabra cámara, ha sido parte de la revolución tecnológica de la fotografía.
Allí, en 1914, nació la primera cámara con un rollo de película de formato de 35 milímetros, que era capaz de capturar una pareja bailando o montando en bicicleta en un momento en el que los fotógrafos debían instalar una caja negra y mantenerla fija mientras le pedían a la persona que iba a retratarse que no se moviera por al menos 10 minutos.

Oskar Barnark, el creador de este invento, solo hizo dos unidades de la cámara denominada Urs. La suya y la de su jefe, Ernst Leitz, fundador de Leica. En el Leitz Park está expuesta una réplica exacta. Mientras que una de las originales, que aún funciona mecánicamente, permanece custodiada, la otra está perdida en algún lugar del mundo.

UN CAMINO COMPLEJO

La producción comercial de las cámaras fue una decisión que llegó una década después. La guerra y la difícil situación económica de Europa retrasaron su lanzamiento al mercado, que fue en 1925, bajo el riesgo de Leitz. Su lanzamiento permitió el nacimiento del género fotográfico de ‘capturar el momento’.

Siete años después, Leica lanzó la primera de sus cámaras que permitía un cambio de lente. Durante las décadas subsecuentes, la firma familiar luchó por internacionalizarse y dejar atrás los vetos económicos impuestos a Alemania. En medio de una publicidad intensa, en los 50 se produjo la popular serie M, y a finales de los 60 llegó su primer modelo réflex.

Más adelante, en 1996, la firma empezó a competir con las cámaras digitales, con la Leica S1. Su tecnología servía como un escáner y podía abstraer imágenes capa sobre capa en rojo, azul y verde en su sensor, pero cada toma requería 3 minutos de exposición. Y aunque fuera revolucionaria para ese entonces, al contar con 5 MP, la situación financiera hizo que la firma optara por dejar la senda digital.

Pronto, Leica se vio sobrepasada por la competencia, y para 2004, la firma estaba cerca de la bancarrota con 800 empleados en incertidumbre. Pero ese año, la compañía se salvó con una inversión de Andreas Kaufmann.

Poco después, la empresa puso todas sus apuestas en la Leica M8, uno de los modelos más populares hasta el momento, que salió al mercado en cuestión de 10 meses. Desde ese año, la firma está en su moderno campus, que abre los fines de semana para albergar a visitantes de todo el mundo que reciben como recordatorio un prototipo de lente sin culminar.

EL SALTO A LOS CELULARES

Desde 2014, Leica empezó a trabajar de cara a los smartphones. Debido a una alianza con la fabricante china Huawei, la alemana ha cocreado las cámaras de los teléfonos de gama alta desde el P9 y el Mate 9.

La clave está en la generación de avances ópticos: desde la forma y proceso de pulido de los cristales, hasta la composición mecánica de cambios de lentes internos en cuerpos compactos.

Pero lograr capturas gran angulares o detalles macro es el resultado de complicados cálculos ópticos y distintas pruebas. Además, es necesario el trabajo de equipos técnicos de China y Alemania, que durante meses se reúnen para estudiar las posibilidades y diseñar los lentes y sensores en colaboración exclusiva.

Pero, por más resultados que hayan obtenido, los sensores más grandes, que tienen más capacidades, generan mayores costos. No es lo mismo el sensor de una cámara al de un teléfono.

Sin embargo, lo interesante es que ese desafío se puede convertir en un campo amplio por explorar y en una carrera matemática para llevar el conocimiento de más de un siglo a futuros chips de un tamaño minúsculo, que sean capaces de capturar el movimiento con un solo toque de sus dedos.

LINDA PATIÑO *
REDACCIÓN TECNÓSFERA
@LinndaPC
*Enviada especial a Fráncfort (Alemania).

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