Salvador Cabrera, director ejecutivo de la Corporación Educativa Minuto de Dios, hace un balance del trabajo con los estudiantes de primeros años de escolaridad y secundaria, estrategia que se complementa a su labor más reconocida en el campo de la educación superior.
El fundador, padre Rafael García Herreros le apostó a la educación. Empezó hace 60 años los colegios y siguió la universidad. Atendemos preescolar, primaria y bachillerato. Cubrimos la educación formal, pero no solo en edad escolar. Hay mucha gente que por circunstancias de la vida es adulta y nunca terminó, y para esas personas tenemos el concepto de educación flexible.
Todo lo hacemos en 36 instituciones educativas y de ellas 11 son hogares infantiles, uno es un internado y el resto son colegios.
¿Dónde prestan la educación flexible?
Fuera de los colegios, por ejemplo, si nos ponemos de acuerdo con alguna secretaría de educación la hacemos en salones comunales. En este concepto incluimos la educación en cárceles para quienes no han terminado su primaria o su bachillerato. Ahora atendemos un programa de responsabilidad penal adolescente con la Secretaría de Educación de Bogotá, porque cuando un niño comete un delito lo llevan a unas cárceles para jovencitos.
En esos sitios se preocupan de la resocialización pero se olvida que cuando el niño vuelve a la vida social pierde el tiempo que duró detenido para estudiar.
Les damos educación flexible para que cuando salgan se puedan incorporar de nuevo a la vida escolar.
¿Cuáles son los tipos de educación que tiene la Corporación?
Tenemos la educación regular académica que todo el mundo conoce. Tenemos una de recuperación y avance que es una línea de acción en la cual si un niño va reprobando un grado lo matriculamos y en un año hace dos años para que no se atrase.
Igualmente, ofrecemos educación técnica: electricidad, electrónica, secretariado, contabilidad, educación agropecuaria con colegios en Tena y Madrid, en Cundinamarca, para que logren tenga habilidades. Y, buscamos conexión con la media superior: cuando los niños están en grado 9,10 y 11, empiezan a tomar materias universitarias para que cuando tomen el último cursos terminen como técnicos profesionales laborales. Eso lo coordinamos con Uniminuto y los colegios con población más vulnerable.
También tenemos bachillerato internacional, un programa avalado por una organización internacional con sede en Suiza. En este caso, si el menor sale graduado del colegio el diploma es válido en Colombia y en cualquier parte del mundo con instituciones que tengan convenio con esta entidad. Las principales universidades del mundo reconocen este sistema.
En Colombia, solamente, existen autorizados para ejercer ese programa de bachillerato internacional como unos 40 colegios a nivel nacional. De ellos, dos son del Minuto de Dios.
Ofrecemos ese tipo de educación a la mitad de costo del valor de una institución que tiene ese modelo. En promedio, una pensión vale dos millones y en nuestros colegios está a un millón de pesos. Queremos que estudiantes de estratos 3 y 4 tengan esta posibilidad.
¿Las 36 instituciones son de ustedes?
No, solo nueve son propiedad del Minuto de Dios en cinco plantas físicas que son de nosotros.
De resto, tenemos 10 instituciones en concesión por licitaciones que hemos ganado con el Ministerio, o por contrataciones con las secretarías de educación. También contamos con cinco colegios en administración, esto se da cuando alguna fundación no pide operar el colegio, aunque conservamos la razón social de la entidad. Eso lo hacemos, por ejemplo, en Bogotá, Barranquilla y en Barú.
De toda esta gama de colegios que atendemos actualmente tenemos 26.500 estudiantes a nivel nacional y del total el 72% es de estratos 1 y 2, localizados en las orillas de las ciudades, en medio de problemáticas sociales profundas.
¿Tendrás más colegios en administración? ¿Tienen metas de crecimiento?
Nos interesa crecer pero hay que revisar cada caso desde el punto de vista legal, pedagógico y de servicio. Nosotros no cobramos por ese análisis. Sobre las metas diría que esperamos crecer con una o dos instituciones por año. En Ibagué tendremos un colegio propio en el 2020. También planeamos otro en Barranquilla.
¿Cómo manejan los recursos?
Con los remanentes económicos que se generan los colegios propios podemos soportar gran parte de la operación de los que están en concesión, aunque el Gobierno hace un aporte, no es suficiente para financiar los programas que manejamos en las comunidades.
¿Cuál es el valor de la educación que imparten?
En educación, hoy la parte académica se puede hacer hasta en Internet. Pero nosotros tenemos unos programas pedagógicos corporativos que son el diferencial.
Lo importante es generar un desarrollo integral, bajo cuatro principios transversales: el amor, la justicia, el servicio y la libertad. El proyecto educativo tiene tres ejes: educación en valores, el desarrollo humano integral y el compromiso social. Tratamos que la proyección con el entorno tenga extensión a la comunidad, gracias a alianzas.