En la encuesta Global del Foro Económico Mundial de 2015, 'Why the World in 2015 Faces a Leadership Crisis', el 86% de los participantes contestó entre otras cosas, que existía una crisis de liderazgo en el mundo, porque como sociedad no habíamos podido encontrar un camino que nos llevara a resolver situaciones como el calentamiento global y el progresivo deterioro de la economía mundial.
El estudio de la Universidad de Harvard, 'The 2018 State of Leadership Development', afirma que la transformación hace parte de la nueva hoja de ruta de las compañías que buscan ser exitosas, en medio de los acelerados cambios y en la dinámica de los negocios en el mundo de hoy. Esto implica desarrollar una nueva clase de líderes, que además de entender y ajustarse a los requerimientos que vienen asociados con la transformación de las organizaciones, también deben ser capaces de alinear a sus equipos con la estrategia corporativa. La conclusión parece lógica y fácil de implementar; desafortunadamente, nada está más alejado de la realidad.
Éste y tantos otros estudios e investigaciones omiten en sus análisis y conclusiones incluir al ser humano detrás de la posición de liderazgo y quizás por no mirar en detalle nuestra naturaleza, es que aún no se terminan de entender las complejidades que están asociadas con liderar a otros. Estoy convencido que la crisis de liderazgo que estamos observando no es causada por falta de líderes, sino porque las personas que actualmente ocupan posiciones de dirección, privilegio, responsabilidad, servicio o influencia, viven sus propias crisis personales y no las saben gestionar de una forma constructiva.
El desempeño de un líder generalmente se mide usando indicadores de gestión, (KPIs por sus siglas en inglés), sin embargo, este tipo de medición lamentablemente no considera que un líder tiene convicciones, una visión de sí mismo, personalidad, ego y otras características que lo definen. Tampoco toma en cuenta que el ser humano tiene una necesidad intrínseca de entender quién es y cuál es su propósito en la vida; eventualmente vamos a perder la vida, el problema es vivirla sin un propósito.
Al vivir sin un propósito, la valía personal está ligada únicamente a lo que se hace y desecha lo que se es. Sin saber quiénes somos, no podremos crecer en lo que hacemos, esto causa una sensación permanente de vacío e insatisfacción y la certeza que siempre “algo” hace falta.
El liderazgo que trasciende se ocupa de volver a lo fundamental, buscando obtener primero victorias privadas antes de anhelar victorias pú