Jorge Campillo, presidente de la compañía Searca (Servicio Aéreo de Capurganá), aún recuerda con alegría aquella carta escrita por su madre en 1966, cuando él solo tenía 6 años, y que fue una pieza clave para impulsar el sueño que tenía desde niño: ser piloto.
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Este hombre de 57 años, oriundo de Medellín, recuerda que todo comenzó hace más de cinco décadas cuando ella le pidió a su padre que le describiera cómo eran los aviones por dentro. Desde entonces, se interesó, estudió aviación y a los 19 años ya era piloto de la firma aérea Lira.
Nunca trabajó en compañías grandes, porque era demasiado “encasillado”, pues el contacto con los pasajeros no iba a ser tan directo él quería. Aprendió a volar helicóptero, fue instructor y piloto de pruebas.
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“Esto es pasión”, dice con una gran sonrisa, mientras sus ojos brillan con orgullo. Años más adelante, mezclaría esta pasión con trabajo en su compañía Searca, de la que hoy es gerente y aviador.
En 1989, con un avión siniestrado y que lo había recuperado Aviones de Colombia, empezó a surgir un sueño que, en compañía de otro piloto y con la adquisición de una nueva aeronave, se convirtió en realidad tres años después. Para Campillo, “la idea era crear una empresa chárter para desarrollar el Pacífico y Urabá, que estaban mal servidos desde la base de Medellín, pero era muy difícil comenzar allí; por eso nació en Capurganá, con oficinas básicas, dos personas y dos clientes: Hotel Almar y el Seguro Social”.
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El proceso duró cerca de tres años, por los trámites y autorizaciones. Hoy siguen brindando sus servicios aéreos a ese corregimiento y ya completan 25 años.
En 1994 se trasladaron a Medellín, buscaron aviones con más capacidad en Rusia y los acondicionaron para traerlos a Colombia. En total fueron once: 6 para Searca y 5 que vendieron para financiar los propios.
“El Let 410 fue el primero para 19 personas y para pistas malas y cortas como Capurganá; con él, ganamos el primer contrato con Ecopetrol”, afirma. Después de ello, se necesitaron otros con más potencia y presurizados, por la altura de Bogotá. Dos años después abrieron oficinas allí, ya con 80 empleados. En el día volaban con Ecopetrol y en la noche se pasaban a carga, hacían el correo de la noche.
Cada año había más clientes y la operación se fortalecía. Comenzaron con los vuelos del proceso de paz, trasportando al expresidente Andrés Pastrana para una entrevista con las Farc en Caquetania, donde estaban ‘el Mono Jojoy’, ‘Marulanda’, ‘Alfonso Cano’, y ‘Raúl Reyes’, entre otros. La tensión subió cuando ‘Jojoy’ se enteró que los aviones los producía la antigua Unión Soviética, quiso verlos y le dijo: “Capitán, necesitamos instructores de vuelo y nos gustaría que nos trabaje”, pero se negó, argumentando obligaciones en Bogotá, recuerda Jorge entre risas. En el 2000 ya tenían cerca de 9 aviones de pasajeros –un DS3 viejo de carga– hubo más seguridad y las petroleras volvieron a mirar más al país para invertir, gracias al gobierno de Uribe.
También establecieron un taller propio para mantenimiento, pasaron a ser Sociedad Anónima (S.A.), compraron los Beechcraft 1900 de EE. UU., Nepal y Japón, que eran los que estaba exigiendo la industria petrolera.
Pero fue todo un desafío: “Se trataba de un avión más costoso de operar y volaba casi al doble de la velocidad de uno normal”, comenta el directivo de Searca. En esa época traían hasta 4 aeronaves cada año, completando 16 Beechcraft 1900, y los vuelos chárter se vieron como una necesidad y eficiencia en el país.
“Sigo manejando aviones, eso es lo único que me gusta, y la compañía la hice fue por eso, para poder volar cada vez los mejores, en las rutas de mi preferencia y teniendo contacto con las personas”, dice Campillo, sonriendo.
Esa fue la segunda etapa de hacer la aviación ejecutiva, otro de sus sueños desde que voló los jets de West Caribbean. Actualmente hay 7 de estos en Searca. Desde el 2009, en adelante, comenzaron con los Rocket, enfocados en la necesidad del sector hotelero. En el 2014 nació la Jet Card, un nuevo concepto traído de EE. UU. “Es la venta de tarjetas de horas de vuelo y pagas lo que consumes, sin tener que tener un avión propio”, comenta.
De allí que puedan ofrecerles a los clientes siempre uno disponible, sin los costos financieros por el valor del leasing de un jet, hangar, pilotos, seguros, entre otros. Así mismo, han querido centralizarse, luego de ser afectados por el precio del petróleo y el proceso de paz.
Hoy en día, tienen un equipo de 225 personas entre trabajadores y pilotos, 4 bases a nivel nacional y son la empresa de vuelos chárter más grande de Colombia.
Así las cosas, mantener su liderazgo en los vuelos y ampliar el mercado de los jet, con el fin de tener uno en cada ciudad principal, son los planes a futuro según Campillo; también tienen en la mira proyectos de expansión internacional y la inclusión de carros eléctricos dentro de su portafolio de servicios.
EL BALANCE
Desde sus comienzos no han tenido ningún accidente; cubren toda América, Europa y África con los jets grandes, y Centroamérica, con los medianos. Actualmente, Searca es la segunda flota más grande a nivel nacional (con 30 aviones), después de Avianca, y factura entre US$35 millones y US$45 millones anuales.
Para el directivo, es una satisfacción muy grande poder hacer empresa en el país: “Son una cantidad de retos, de haber abierto mercados como el de la industria petrolera y los jets; de poder llevar a toda la gente y a todas las compañías, mostrándolo como una eficiencia y no un lujo”, concluye.
María Camila Vera
Especial para Portafolio