El petróleo no se deja encasillar. Su precio es un albur. Abiertas al tope las llaves del golfo Arábigo, su formación obedece a competencia casi perfecta, de libro de texto. Lo determina el barril marginal que entra al mercado. Es posible, empero, conocer qué factores influyen sobre la desnuda oferta y demanda.
Una clave son los inventarios, ya muy altos en el 2014 y que siguen incrementándose: se producen dos millones de barriles diarios más de los que el mercado necesita. El crudo se almacena cuando se espera que en el tiempo valga más. Y, en efecto, los futuros a 5 años se cotizan alrededor de US$ 75 por barril, bastante por encima de los US$ 47 para el mes próximo.
Contra esa ganancia virtual, está el costo de almacenamiento y los intereses. El primero se encarece en la medida que se agotan los espacios fáciles en tanques y tanqueros. Los segundos son compuestos. De otra parte, los altos inventarios disminuyen el riesgo geopolítico percibido y abaratan.
A la larga, precios sostenidamente deprimidos limpiarán el mercado. Lo todavía impredecible es cuándo y a qué nuevo precio de equilibrio. Los árabes con costos de US$ 6-8 por barril no parecen estar dispuestos a ceder un ápice. Habrá que aguantar, como don Sancho Jimeno en 1697 al pie en su atalaya cartagenera contra los piratas, a ver qué trae el segundo semestre del 2015, cuando la demanda inicie su recuperación estacional. Sí, ¿pero quién aguanta?
Aunque ya hay producción en vías de dormirse, contrario a lo que se creía comúnmente, el petróleo de esquistos de la cuenca Permian en Texas no será el primero en rendirse, ni a corto ni a largo plazo, como quizá pretenden los jeques. Los avances en las técnicas de producción han sido tales que primero se irán otros.
Si bien en esa zona, la más importante de Estados Unidos, caen los taladros en operación (al número que perforaba en el 2010, aunque más eficientes y baratos), la mayoría de las compañías siguen con flujo de caja positivo. No tienen la intención de que el suyo sea el barril marginal que desaparece.
Y seguirán en la brega, mientras les sobre un dólar, así sea para pagar la enorme deuda en bonos basura en que han incurrido para revolucionar la industria. Los acreedores serán pacientes.
Antes de que la fracturación hidráulica cierre la llave, se archivarán, y se están archivando, proyectos en las arenas petrolíferas del Canadá, el mar profundo y el Ártico. Decenas de miles de millones de dólares se difieren. Pero esos son desarrollos de largo plazo, cuyo impacto no se mide en meses, sino en años.
La contracción de las inversiones no juega en el corto plazo, aunque, justamente por su larga maduración, una vez cancelados no aportarán barriles inmediatos cuando comiencen a subir los precios.
Una incógnita que necesita tiempo para despejarse es la respuesta de la demanda a la caída de precios. En EE. UU. hay evidencia de un aumento. En otras partes no. Influye la reducción del PIB global y la apreciación del dólar que encarece el petróleo para los importadores.
La esperanza próxima de que desaparezcan barriles sobrantes es geopolítica; disrupciones en el suministro desde países como Nigeria o Venezuela cuando no tengan como pagar costosos programas sociales.
No hay respuestas contundentes para lidiar con la coyuntura. Cada quien tendrá que hacer cuentas con la información disponible. Pero es claro que Colombia no es un productor de bajo costo y que una parte del millón de barriles presupuestados para el 2015 no llegará a Coveñas.
Rodolfo Segovia
Exministro-Historiador
rsegovia@axesat.com