Hace unos días, leí en el New York Times un artículo que describía el comportamiento equivocado de algunas personas, con muy buen nivel de educación que, erróneamente, pensaban que esto les daba derechos especiales.
Describía el comportamiento de un parlamentario británico que, al salir de la residencia del Primer Ministro, recibió un llamado de atención de un policía, por alguna infracción menor. Su inmediata reacción fue decirle al policía: ¿usted no sabe quién soy yo? El policía tomó su teléfono y llamó a un hospital para que le enviaran una ambulancia para rescatar a un ciudadano, que ignoraba quién era.
El artículo no describió la reacción del parlamentario, ante esta inteligente reacción del policía.
Sin embargo, la lección es muy clara e indica la sensación, por supuesto equivocada, de algunas personas que creen que su nivel de educación o de ingresos, les da ciertos derechos y se olvidan totalmente que lo que les debería generar son deberes con la sociedad.
El reciente incidente que involucró al hijo del Presidente de la Corta Suprema de Justicia ilustra claramente esa situación. Allí surgió la reacción de ¿usted no sabe quién soy yo? En lugar de asumir su responsabilidad, es decir su deber con la sociedad, trató de aprovechar lo que consideraba su derecho. Preocupante ejemplo para un país, con un sistema de justicia en crisis, con un paro judicial prolongado, que ocasiona grandes perjuicios a la sociedad y unos aspirantes a jueces que intentan falsear los resultados de los exámenes.
Otro ejemplo preocupante es el doloroso incidente en la mal llamada Autopista Norte, en el cual fallecieron cuatro personas. Es entendible que la familia del acusado desee protegerlo, pero francamente no veo ninguna relación, entre el desafortunado accidente y el hecho, señalado en la prensa, de que su padre ocupó en los 90 altos cargos en Cundinamarca. Volvemos desafortunadamente a los derechos, en lugar de los deberes. Lo que se requiere acá es una investigación rigurosa y un juicio justo que defina responsabilidades y sanciones, si fuere del caso.
Sin desconocer que las falencias de nuestra infraestructura vial son inmensas, es evidente que las dificultades serían menores si los conductores asumiéramos plenamente nuestros deberes y no aprovecháramos, equivocadamente, los que consideramos nuestros derechos, al violar todas las reglas elementales como no estacionar donde está prohibido, no cruzar los semáforos en rojo, girar solo donde es permitido y no invadir el carril del Solo Bus.
Un día de la última semana, conté en pocos minutos, 40 invasores del carril Solo Bus en un tramo de 300 metros; la mayoría eran taxis y motocicletas, pero también había vehículos conducidos por personas que desconocen sus deberes y hacen mal uso de lo que erróneamente consideran sus derechos.
Qué bueno sería pensar, ojalá no sea utópico, que lográramos un cambio en nuestra sociedad, a través de la educación de nuestros jóvenes y también de la gente mayor, para que la Colombia educada del 2025, tenga suficiente conciencia de sus deberes, más que de sus derechos.
Carlos Angulo Galvis
Exrector de la Universidad de los Andes