El país enfrenta el reto esencial de hacer la transición hacia una matriz energética con fuentes renovables. Pero ello se da dentro de un contexto en el cual las proyecciones muestran el riesgo de perder -en el mediano plazo- la autosuficiencia petrolera y, en particular, en la canasta de combustibles.
Esto preocupa por los impactos micro y macroeconómicos que generarían los altos costos de tener que importar para atender el consumo interno, aunado al hecho de que las fuentes de energías renovables son más costosas y debemos transitar hacia ellas.
Evidentemente es urgente descarbonizar nuestros consumos energéticos, minimizar el uso de combustibles con mayor aporte a las emisiones contaminantes como el carbón, el fuel oil, el diésel y las gasolinas. Pero pasar a esta matriz de renovables es demorado y costoso, así que debemos tener una transición en la cual los gases combustibles tienen un papel crucial.
Afortunadamente el gas natural tiene una cobertura importante en los sectores residencial, comercial e industrial. Pero estamos rezagados en beneficiar a millones de personas con el gas licuado del petróleo (GLP), que es otro combustible limpio de gran potencial que puede llegar a muchos hogares.
No solo por su versatilidad en la variedad de usos, sino porque no requiere de grandes inversiones para costear infraestructura de transporte por ducto, como el gas natural, para llegar a diferentes regiones de la geografía nacional.
Esa ventaja competitiva (no requerir de ductos) se ve hoy reforzada con los precios internacionales del GLP, que se han bajado a la mitad en los últimos 2 años. Las proyecciones muestran que habrá estabilidad en la cotización de este combustibles -por lo menos- durante los próximos 10 años por la sobreoferta de EE. UU. en el mercado internacional, proveniente del fracking en sus yacimientos no convencionales.
De su parte, el Gobierno Nacional y el Congreso de la República tienen claro que el GLP debe jugar un papel destacado en el sector eléctrico como complemento de las energías renovables y en las zonas no interconectas, en el sector automotriz (Autogás) y como reemplazo de la leña y carbón para cocinar, y así quedó plasmado en el Plan Nacional de Desarrollo.
El sector privado ha avanzado en construir la infraestructura portuaria para importar GLP, con lo cual está asegurado el abastecimiento. Pero, evidentemente, este no es el ideal porque las importaciones resultan costosas para el usuario final que debe pagar más en la factura de su hogar.
Y esta situación de pérdida de autosuficiencia, se proyecta para toda la canasta de combustibles y no solo para el GLP, mercado en el cual ya se importa el 17% del actual consumo nacional.
En cuanto al gas natural, tenemos reservas para menos de 10 años y, cuando suceda un fenómeno del Niño, seguramente tendremos que importar para abastecer el mercado interno.
Así que es apremiante solucionar la pérdida de la autosuficiencia petrolera. Muchas personas no tienen conciencia del grave perjuicio que ello implica. Bien ha explicado la ministra de Minas y Energía que hoy estamos produciendo 900.000 barriles día de petróleo, de los cuáles 400.000 barriles día se destinan a la refinación interna y el resto se exporta.
De no aparecer nuevos descubrimientos de petróleo, a la vuelta de 6 años tendremos que importar, con lo cual, no solo se dejan de recibir los ingresos fiscales y por exportaciones, sino que se tendría que asumir los costos de importar de los mercados internacionales.
La gente del común no advierte el impacto directo en su hogar. No cae en cuenta de que esto implica que el dólar se dispararía y los ingresos del Gobierno se bajarían significativamente afectando seriamente el presupuesto general de la Nación (salud, educación, vías, etc.).
Tampoco se toma la consciencia de que, al final de cuentas, el valor de la factura de los servicios públicos se les multiplicaría porque el gas natural, el GLP, la energía eléctrica, la gasolina y el diésel tendrían un costo muy alto porque tocaría pagar el transporte desde las fuentes extranjeras de producción.
Probablemente serían petróleo crudo y gases combustibles provenientes del fracking en EE. UU. Se comprarían hidrocarburos producidos con esta técnica a mayor precio, sin recibir los impuestos y regalías que se generan cuando se producen en el país.
Es irónico que ello suceda mientras acá se tiene en suspenso el fracking para supuestamente “salvar el planeta”. Ojalá nuestros jueces recapaciten y se den cuenta de que es un tema que hay que dejarlo a los expertos como lo está gestionando la ministra del ramo y no al vaivén de la campaña de desinformación proveniente del twitter o de algunos activistas que tienen una agenda política disfrazada de ambientalismo.
Alejandro Martínez Villegas
Exviceministro de Minas y Energía