Richard Fuld era un reconocido ejecutivo, con un salario anual de 75 millones de dólares y director de Lehman Brothers, una empresa con 158 años de trayectoria y cuyas decisiones hacían temblar a Wall Street.
¿Cómo una persona así termina catalogada por la revista Time como uno de los responsables de la crisis financiera de EE. UU. y como el peor CEO de todos los tiempos?
¿Por qué Newsweek lo etiquetó como el enemigo número uno de Wall Street? No parece verosímil que la respuesta correcta pueda ser ‘pues, ¡por bruto’!.
Sin embargo, la investigación que le mereció el nobel de economía al psicólogo Daniel Kahneman, indica que esa es la respuesta.
En sus estudios sobre el juicio humano y la toma de decisiones bajo presión, descubrió que las personas no se dan cuenta de que no saben lo necesario para decidir con éxito, especialmente en lo económico. Por eso, toman ‘atajos intuitivos’ que les dan la falsa idea de que tienen todo bajo control cuando, en realidad, estos los alejan de los principios básicos de la probabilidad.
La buena noticia es que la vacuna contra esos ‘desvíos’ es la llamada inteligencia emocional, que los expertos consideran el único componente de la personalidad que se puede aprender.
Esto, porque el coeficiente intelectual tiene una fuerte carga genética: la personalidad se conforma por lo genético, sumado a la forma como el entorno moldea al individuo, mientras que la inteligencia emocional se puede adquirir.
Empiece por darse cuenta de sus emociones cuando tenga que tomar una decisión económica importante en su empresa.
Chip Conley, autor de Ecuaciones Emocionales, revela que solo el 36 por ciento de las personas identifica con precisión sus emociones, mientras las experimenta y actúa en concordancia. Por ello, los errores de juicio son frecuentes, con un agravante: el 70 por ciento del temperamento emocional de un grupo (y su productividad) depende del líder, quien hace de termostato emocional colectivo.
Una vez que sepa lo que siente, decida cómo responder a sus emociones y siempre tenga conciencia social, es decir, sea empático.
Finalmente, establezca, de forma activa, relación positiva con las personas o, como dicen los gurúes, gestione sus relaciones. Los líderes con corazón de piedra y ojos fijos en una cuenta bancaria están mandados a recoger. Paradójicamente el tener la atención puesta solo en lo financiero, hace gerentes incompetentes porque son incapaces de ‘leer’ las necesidades de sus equipos, de analizar los impactos de sus decisiones sobre los demás y de tomar correctivos para seguir business as usual.
La expresión más marcada y común de la falta de inteligencia emocional es el narcisismo, el cual obnubila la capacidad de pensar con claridad y que los estudiosos traducen en la ecuación ‘autoestima2 X derechos’.
Es decir, un narcisista como Richard Fuld –apodado Gorila, porque apabullaba a sus oponentes– siente que vale más que los demás y tiene más derechos, por lo que pisotea a sus congéneres, y, a su vez, es incapaz de relacionar su triunfo con el bienestar de los demás y su fracaso con su pobre desempeño emocional hacia sus colaboradores.
En un mundo empresarial vertiginoso y competitivo, siempre será más sabio guiarse por la inteligencia, y si esa inteligencia es emocional, posiblemente sus estados financieros darán cuenta de ello.
Álvaro Escallón E.
Director de Executive Forums Bogotá