No soy economista, pero como muchos me doy cuenta de que el tema de fondo en la desaceleración económica que hoy vive Colombia, es la confianza. O mejor: La desconfianza en el gobierno, en el Presidente, en sus salidas en falso, en su improvisación, en la falta de manejo de los asuntos claves de Colombia, en la irresponsabilidad de algunos de sus funcionarios más cercanos. Hay desconfianza por el manejo de la mal llamada paz total que nadie entiende. Graduó de interlocutores del gobierno a grupos criminales dedicados al narcotráfico, cuyo único camino para su desmovilización era el sometimiento a la justicia. Hoy, tienen arrinconado al gobierno en la mesa de negociación.
Y ni hablar del ELN, grupo con el cual el gobierno le ofreció de arranque un cese al fuego, sin pedir nada a cambio. La máxima concesión que puede hacer el Estado en una negociación con un grupo al margen de la ley, entregada sin ninguna contraprestación tiene hoy a este proceso al borde del fracaso. Ellos secuestrando y delinquiendo y la fuerza pública impotente en los cuarteles. Pregunta sencilla: ¿Qué argumento de falta de democracia puede hoy argumentar alguien de forma sensata, cuando un exguerrillero es el presidente de la república?
Nadie sabe a ciencia cierta si tenemos o no ministro de defensa y cuál es la política de seguridad de Colombia. Todos los indicadores de inseguridad, violencia y delincuencia se han incrementado. Hay una organización internacional de prestigio que se llama World Justice Projet que desde el 2006 publica un índice que se denomina ‘Estado de Derecho’ en el cual combina ocho variables entre las que se destacan derechos fundamentales, seguridad y justicia criminal. Entre 142 países, en el año 2015 Colombia ocupaba el puesto 58.
Pues bien, en la medición de este año, dada a conocer esta semana, pasamos al puesto 94. El orden público, incluida la paz total, se le salió de control al gobierno y será la primera prioridad que deberán enfrentar los nuevos alcaldes y gobernadores recién electos.
Hay desconfianza por el discurso y las posiciones del Presidente en las relaciones exteriores. Más allá de sus creencias o ideología, no condenar el acto terrorista del grupo Hammás en Israel no lo entiende nadie, ni en Colombia ni en el mundo.
Quedó el presidente en el peor vecindario al lado de Irán, Venezuela y Nicaragua.
Y esta semana desde Caracas nos enteramos de la última idea del presidente: Que nuestra Ecopetrol, una compañía de renombre en el mundo, se convertirá en socia de la petrolera venezolana, PDVSA, en la explotación de campos petroleros y de gas en el vecino país.
Eso nos dejaría en el peor de los mundos en un sector estratégico de nuestra economía y finanzas nacionales. Todo esto es lo que golpea la confianza inversionista en Colombia y el clima para hacer negocios. No es la regla fiscal que hay que mantenerla. Son las malas decisiones del Gobierno.
Ricardo Santamaría
Analista.