Se cumplen los cincuenta años de Asocolflores, el gremio floricultor. Coincide con una nueva edición de Proflora, la importante feria internacional de la floricultura que debió suspenderse durante la pandemia.
En medio de un preocupante retroceso de nuestro comercio exterior tanto en las exportaciones (-17% a julio con respecto al 2022) y las importaciones (-19%), la floricultura es un aislado ejemplo de un sector productivo con exclusiva orientación exportadora que ha tenido éxito en los mercados globales. A pesar de muchos desafíos y obstáculos, en apenas cinco décadas, se ha convertido en el mejor ejemplo colombiano de un modelo exportador exitoso.
Cuando a principios de la década de los años setenta del siglo pasado, liderados por estadounidenses que habían apreciado el clima de la Sabana de Bogotá, se iniciaron los primeros cultivos de flores en los municipios cercanos a la capital, pocos anticiparon que hoy sería un negocio con exportaciones superiores a los dos mil millones de dólares anuales.
El rápido crecimiento del sector en las dos décadas iniciales trajo los primeros desafíos con investigaciones por subsidios y dumping en los Estados Unidos que fortalecieron la unidad gremial para poder garantizar la defensa legal.
También, se dieron los primeros pasos en un tema estratégico: el ambiental. Los estándares cada vez más exigentes de los clientes europeos en la materia exigieron desarrollar iniciativas en estos campos en los que el país tenía un evidente retraso. Crear su propio sello internacional ambiental- Florverde- sin duda es un hito en la historia empresarial colombiana.
Para producir flores es indispensable importantes volúmenes de mano de obra. Por ello el tema laboral ha estado siempre en la agenda. El impacto social positivo de la floricultura en ciertas regiones cercanas a Bogotá y Medellín es incuestionable. Esto es cierto en el caso de las mujeres, muchas de ellas cabeza de familia, que derivan su sustento de los ingresos estables que provee esta actividad.
A pesar de ello, no han faltado quienes, desde las orillas sindicales y por intereses políticos locales, han estigmatizado a las flores colombianas con campañas internacionales que, a pesar de su generoso financiamiento, no han calado en los consumidores.
Este sector ha podido, a pesar de muchos obstáculos, mantener su competitividad internacional en un mercado exigente y especializado. Vender flores -un producto perecedero, delicado y competido- no es nada fácil y requiere una importante habilidad empresarial.
Mucho debe el país aprender de los floricultores. Su perseverancia, habilidad diplomática, compromiso social y ambiental, les ha permitido sobrevivir en un mercado con muchas dificultades.
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Coletilla: Como “debate filosófico” describió el ministro de Hacienda la propuesta del DNP sobre una posible modificación de la regla fiscal. Si se suma el próximo cambio de 4 de los 5 miembros de la Comisión Autónoma de la Regla Fiscal, el tema no parece tan filosófico.
MIGUEL GÓMEZ MARTÍNEZ
Decano de Economía Universidad del Rosario.
migomahu@gmail.com