La sensación que tengo luego de la jornada electoral del pasado domingo es de equilibrio. Creo que Colombia, su democracia y todas sus instituciones ganaron en equilibrio frente a un presidente y un gobierno que recibe un mensaje claro: No estamos conformes con lo que está haciendo. Un mensaje frente a las reformas en curso, salud, pensiones, laboral, educación: Hay que construir sobre lo construido y no dar saltos al vacío. Menos ideología, más pragmatismo, realidad y seriedad.
Es un mensaje de moderación frente al radicalismo y la improvisación de su mandato. Frente a excesos y escándalos surgidos de su entorno. Frente a su irrespeto a colombianos que protestan o critican. No es la oposición la que habla. Son millones de ciudadanos. El presidente no dijo una palabra al respecto. Escuchar el sentir nacional es lo que corresponde. Colombia por encima de las personas. El bien común y el servicio como esencia de la política.
No creo que el dilema de Colombia sea cambio o continuidad. Bienvenido el cambio, pero no así. No como lo lleva Petro hasta ahora. Hoy se abre una oportunidad, que ojalá el presidente la tome, para hacer un acuerdo nacional sobre los temas claves sociales, económicos, reformas y política exterior. Y hacerlo con los mandatarios regionales, las bancadas en el congreso y los voceros de la sociedad.
Si el presidente Petro quería un plebiscito, aquí lo tiene. Valórelo.
Claramente su afirmación dicha hace pocos días en el sentido de que hoy volvería a ganar una elección presidencial, no es cierta. Los candidatos del petrismo y el Pacto Histórico perdieron en Bogotá, Medellín, Cali, Cartagena y en todas las capitales de Colombia.
El Pacto Histórico, el partido del presidente, ya no es mayoría en ningún lado, con excepción de Nariño y Amazonas. En la capital del país pasó de ser la primera a la tercera fuerza. Hoy el país, en su inmensa mayoría está en el centro. Esa es la segunda y fundamental conclusión de esta jornada.
No fue una elección en donde el péndulo político pasó de un extremo a otro. Se impuso más la moderación que el radicalismo, muchos candidatos independientes salieron adelante con su aspiración. Ni la extrema izquierda ni la extrema derecha son la solución para Colombia.
El problema no es la polarización, es el mal gobierno, la ausencia de consensos para impulsar cambios saludables y necesarios, la imposición sin argumentos. Es hora de hacer un alto en el camino y recapitular en reformas, transición energética, paz.
La democracia colombiana ha sido puesta a prueba y ha demostrado que tiene contrapesos, que tiene mecanismos para corregir el rumbo. Se abren nuevas posibilidades. Ahora también se gobernará con renovado ímpetu desde las regiones frente al gobierno nacional: Alcaldes y gobernadores harán ese necesario contrapeso al presidente. Gran triunfo en Bogotá de Galán y Oviedo. Otra conclusión importante: La izquierda llegó al poder y no convence. Bienvenido el nuevo escenario político de Colombia. Hay esperanza.
Ricardo Santamaría
Analista.