La izquierda latinoamericana avanza a paso de carga, impulsada por el Foro de Sao Paulo, el Grupo de Puebla y el socialismo español. A las elecciones presidenciales promovidas el año pasado por el comunismo local e internacional en Perú, Chile y Honduras, se suman el nacionalismo populista mexicano, el gobierno indigenista boliviano, el peronismo argentino, el partido revolucionario panameño y los regímenes dictatoriales comunistas de Cuba, Nicaragua y Venezuela. En el fondo, todos ellos son pelos de la misma perra, el marxismo auspiciado por China y Rusia.
En el Manifiesto Comunista de 1848, Marx y Engels argumentaban que la consolidación de la dictadura del proletariado – es decir, del partido comunista– y la transformación radical del modo de producción, que siembran y luego imponen a nivel político, económico y social, exigen la expropiación de la propiedad privada -incluidos los medios de comunicación, la tierra productiva y el sistema bancario-, la aplicación de elevados impuestos para marchitar el capitalismo, la centralización de la economía en manos del Estado, la restricción y posterior eliminación de las libertades individuales y empresariales.
La dictadura marxista se vale de su accionar político para extirpar, gradual pero inexorablemente, el capital para centralizar los instrumentos y la economía en manos del Estado, es decir, en el comunismo estatal organizado como clase dominante. Marx y Engels lo tenían claro desde entonces: “Esto, naturalmente, no podrá cumplirse, al principio, más que por una violación despótica del derecho de propiedad y de las relaciones burguesas de producción”.
De tiempo atrás,
los sinuosos izquierdistas de
la región engañan y confunden a
sus discípulos
La estrategia de los izquierdistas de nuestra región responde a un proceso importado de transformación socialista, que nos conduzca -como proponían Marx y Engels- primero hacia el socialismo y ulteriormente al comunismo y la extinción del capitalismo empresarial, producto del supuesto devenir histórico que altera, para siempre, las fuerzas productivas nacionales. Actualmente, pese a lo anterior, los conceptos de socialismo y de comunismo se funden en uno solo, como cara y sello de la misma moneda, que trastornan primero y sepultan luego la democracia liberal y el sistema de producción capitalista.
El comunismo marxista -arraigado en Cuba desde 1959- asoma sus orejas de lobo en el resto de América Latina, agazapado en una ruptura social y política impuesta por una camarilla no democrática, el partido comunista y los movimientos socialistas afines, con una ideología populista, totalitaria, y por tanto, antidemocrática, incapaz de preservar el Estado de Derecho y forjar una economía productiva sostenible.
De tiempo atrás, los sinuosos izquierdistas de la región engañan y confunden a sus discípulos, esconden y trastocan hasta los tuétanos su verdadera naturaleza comunista, que ahora llaman progresista, en favor del feminismo y la diversidad de género; banderas que ahora se confunden con la ficticia postura respecto del cambio climático, como si fueran los únicos, o los primeros, en reconocerlo y combatirlo.
¡Ojo con Petro el rojo!
ANDRÉS ESPINOSA FENWARTH
Miembro del Consejo Directivo del ICP
andresespinosa@inver10.co