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Andrés Oppenheimer
Análisis

El desdén de Trump por Latinoamérica

El presidente no ha cambiado mucho en los cuatro meses desde su posesión. Sus decisiones continúan mostrando una falta de interés en América Latina.

Andrés Oppenheimer
POR:
Andrés Oppenheimer

El plan de presupuesto del presidente Donald Trump para el 2018, confirma lo que muchos temíamos: Trump tiene muy poco interés en América Latina, y una agenda negativa para la región. El mandatario dio a conocer su plan presupuestario el 23 de mayo, durante su viaje a Europa, después de visitar Arabia Saudita e Israel. Es el primer presidente en la memoria reciente de Estados Unidos que no hizo su viaje inaugural a México o a Canadá. Ese no es un dato menor.

Los expresidentes Barack Obama, George W. Bush, Bill Clinton, George H. W. Bush y Ronald Reagan habían realizado su primer viaje al exterior a México o Canadá, siguiendo una tradición que comenzó cuando el presidente William Taft hizo su viaje inaugural a México en 1909. Y peor, la propuesta presupuestaria de Trump para el año fiscal 2018 es un fiel reflejo de sus posturas xenófobas durante la campaña electoral.

Propone que los contribuyentes de Estados Unidos paguen 1.600 millones de dólares para comenzar a construir un muro en la frontera con México, que el presidente había prometido a sus seguidores que sería pagado por país azteca. El muro fronterizo será un desperdicio de dinero absurdo, porque el problema que pretende resolver ya no es tan crítico.

En primer lugar, ha habido un dramático descenso en la población indocumentada de Estados Unidos desde el 2008, según un informe del Centro de Estudios Migratorios.
Segundo, el muro será bastante inútil porque la mayoría de los inmigrantes indocumentados no cruzan la frontera de forma subrepticia, como Trump falsamente afirma. Por el contrario, llegan por avión o en carro con documentos legales, y luego se quedan más allá de lo permitido en sus visas. Según un nuevo estudio del Departamento de Seguridad Interna de Estados Unidos, el año pasado hubo más de 600.000 personas que llegaron a Estados Unidos con documentos legales de turistas o estudiantes, y se quedaron tras el vencimiento de sus visas.

El presupuesto presentado por Trump –que seguramente será modificado por el Congreso, pero nadie sabe hasta qué punto– también propone un recorte del 32 por ciento del presupuesto del Departamento de Estado y de ayuda exterior, y un recorte del 36 por ciento en la ayuda externa a América Latina.

La ayuda estadounidense a México se reducirá en 45 por ciento, a 88 millones de dólares, mientras que la ayuda a Guatemala se disminuirá en 38 por ciento; a Honduras, en 31 por ciento, y a Haití, en 18 por ciento.

Los recortes incluyen casi todo, desde la lucha contra las drogas hasta fondos para intercambios culturales y estudiantiles, y ayuda a grupos de la sociedad civil de Cuba y Venezuela.

Otro dato interesante es que el gobierno de Trump, que todavía no se ha ocupado de designar un jefe del departamento del Hemisferio Occidental del Departamento de Estado, todavía no ha hecho una sola propuesta positiva para América Latina que sea digna de mención.

Ni Trump ni el secretario de Estado, Rex Tillerson, han dicho una palabra, por ejemplo, sobre la continuación o el fortalecimiento de las iniciativas educativas interamericanas, como el programa Fuerza de 100.000 en las Américas, para aumentar a 100.000 el número de jóvenes latinoamericanos que estudian en universidades de Estados Unidos, y viceversa.

Todo el discurso del gobierno de Trump sobre América Latina parece ser defensivo y negativo: contra los “bad hombres” de México que vienen a Estados Unidos, y contra los tratos comerciales, supuestamente, “desastrosos” con Canadá y México, que de hecho han ayudado a las economías de los tres países en décadas recientes.

Mi opinión: cuando Trump inició su campaña, alegando que la mayoría de los inmigrantes indocumentados de México son criminales y violadores, y atacando el libre comercio con los vecinos de Estados Unidos, muchos pensaron que estas posiciones eran posturas políticas electorales, las cuales seguramente cambiarían si ganaba la presidencia.

Desafortunadamente, se equivocaron. Trump no ha cambiado mucho en los cuatro meses desde su toma de posesión. Sus decisiones como presidente, tal como se reflejaron en su primer viaje al extranjero y en su plan de presupuesto para el 2018, continúan mostrando una falta de interés total en América Latina.

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