Al nacer en 1942 en Louisville (Kentucky), en el sur de Estados Unidos, en una época de grave segregación racial, Cassius Clay recibió el nombre de sus antecesores esclavos, y después ganar la medalla de oro en los Juegos Olímpicos de Roma en 1960 anunció que adoptaba el nombre de Muhammad Ali, pues otro solo le recordaba una época de represión y el nuevo nombre significaría su adhesión a los Hermanos Musulmanes. Entonces, se acercó a Malcolm X, quien así mismo había abandonado su apellido Little, y si bien Malcolm rompió con dicha organización, Alí se mantuvo en ella y exigió ser llamado por su nuevo nombre, aunque sus contrincantes le gritaban su anterior nombre, para tratar de desconcentrarlo.
Los Juegos Olímpicos de Roma ocurren en plena Guerra Fría, y los soviéticos proclamaban la igualdad social y criticaban la segregación racial en Estados Unidos. Cuando Clay ganó la medalla, un periodista le preguntó qué sentía ganar representando a un país que no le reconocía ni siquiera el derecho de comer en una cafetería, respondió: “para mí, Estado Unidos es, aun así, el mejor país del mundo, contando el tuyo”.
Al regreso de Roma portaba todo el tiempo la medalla sobre su pecho, y dice en su autobiografía, The Greatest, que en una ocasión que solicitó ser atendido en un restaurante le negaron el servicio, y él gritó: “he traído la medalla de oro olímpica para todo Louisville. He luchado por la gloria de mi país. Aquí sirven a cualquier extranjero, pero no sirven a un ciudadano negro de Estados Unidos. Tendrán que llevarme a la cárcel porque me quedaré aquí hasta que mis derechos sean reconocidos”.
Parece leyenda que la medalla fuera arrojada al río, pero la verdad fue que la perdió en un forcejeo con algunos que lo persiguieron. No obstante, en los Olímpicos de Atlanta, Alí encendió la llama olímpica y recibió una réplica del galardón. La besó y sonrió.
En 1964 es reclutado para ir a Vietnam y se declara objetor de conciencia, manifestando que su religión le impedía ir a la guerra, que “no tenía ningún conflicto con el Vietcong” y que “ningún vietnamita lo había llamado nigger como, despectivamente, llamaban los blancos a los negros en Estados Unidos”. Debido a esa negativa fue despojado de su licencia para boxear en Nueva York, y el Gran Jurado Federal lo declaró culpable de deserción, así como la Asociación Mundial lo despojó del título Mundial, el cual recuperó en 1974. Pero nunca fue llevado a prisión por temor a la protesta social que ello habría generado.
Cuando en el 2005 le fue entregada la Medalla Presidencial a la Libertad, el presidente de Estados Unidos definió a Alí como “fiero boxeador y hombre de paz”.
Beethoven Herrera Valencia
Profesor de las Universidades Nacional y Externado
beethovenhv@yahoo.com
Alí, la gesta de un rebelde
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Beethoven Herrera Valencia
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