En el juicio contra los militares argentinos, el fiscal Julio César Strassera demostró la existencia de un plan criminal y una vez que retornó la democracia con Raúl Alfonsín, acusó en un juicio histórico a los miembros de las juntas militares. En la película que lleva el título de esta columna, el gran actor argentino Ricardo Darín (el mismo de Nueve Reinas) encarna al fiscal. Strassera consideró ese juicio y condenas como importantes y necesarios para la Nación argentina, ofendida por crímenes atroces “pues nadie puede admitir que el secuestro, la tortura o el asesinato constituyan hechos políticos o contingencias del combate y el sadismo no es una ideología política ni una estrategia bélica, sino una perversión moral. La noche de los lápices …”.
Además, advirtió que el juicio y condena eran importantes y necesarios para las fuerzas armadas pues no era un juicio contra ellas, sino contra personas concretas y determinadas a las que se les endilgaban delitos concretos y determinados: “No es el honor militar, lo que aquí está en juego, sino precisamente la comisión de actos reñidos con el honor militar".
Tras el golpe de Estado de 1976 en Argentina, la Junta militar suspendió la actividad de los partidos políticos y el derecho de huelga, estableció pena de muerte para delitos de orden público según el Código de Justicia Militar, disolvió el Congreso y removió a los miembros de la Corte.
Ese proceso impulsó una agresiva concentración de la riqueza de los grupos económicos y para lograrlo destruyeron las organizaciones político-sociales que trataban de impedirlo.
Para ello los militares intervinieron los sindicatos y autorizaron despidos sin motivo ni indemnización. Así pudieron suspender toda negociación entre trabajadores y empresarios de modo que el Estado se apropió de la facultad de fijar los salarios, los cuales cayeron en un 40%, al tiempo que los precios subieron 75%.
El gobierno militar contrajo deuda pública externa en más de US$45.000 millones de dólares todo lo cual llevó a la moratoria en el servicio de la deuda de 2001. Si se reconoce que esa época fue de bajo o nulo crecimiento (la década perdida de América Latina) no es difícil suponer la fuga de esos recursos a cuentas privadas en el exterior.
El triste legado de esa dictadura militar fue el desmantelamiento del aparato industrial con los presupuestos educativos más bajos de la historia argentina y mientras miles tuvieron que ir al exilio, millones de argentinos fueron marginados y lanzados a la pobreza.
Miles de dirigentes, de organizaciones gremiales y estudiantiles fueron detenidos y torturados en centros clandestinos o en la Escuela de Mecánica de la Armada convertida en centro de torturas y muchos fueron arrojados desde aviones al Río de la Plata. Además, cientos de niños nacidos en cautiverio, fueron adoptados y criados por los asesinos de sus padres.
Ese fue el régimen retratado por la comisión liderada por Ernesto Sábato en su informe ‘Nunca Mas’.
BEETHOVEN HERRERA VALENCIA
Profesor de las Universidades Nacional, Magdalena y Prime Business School.