En reciente conferencia en Berkeley, Bill Gates afirmó que “el mercado de las criptomonedas y los NFT (tokens digitales) se basan 100% en la teoría del gran tonto: es posible que los inversores obtengan una ganancia comprando demasiado caro y luego vendiéndolo a otro inversor”. Además considera que esos activos operan con un “anonimato utilizado para evadir impuestos”.
Tras recordar la burbuja de precios de los tulipanes holandeses en el siglo XVIII, Gates sugiere que en todas las oleadas especulativas nadie se detiene a pensar cuál es el valor real del activo y muchos inversores caen en la trampa. Por contraste si el precio de la gasolina sube, ello esta respaldado por el hecho tangible de que sirve para algo y por ello Gates sugiere preferir invertir en empresas que creen productos reales. Ello conecta con la tradición de los clásicos fundadores de la ciencia económica: ¡Sólo en la producción de bienes y servicios útiles se genera riqueza.
El presidente Biden, además de calificar al bitcoin de “fantasía libertaria pueril”, aseguró que dificulta la lucha contra el lavado de dinero y en el plano geopolítico las criptomonedas están ayudando a Rusia a evadir las sanciones.
Por su parte Joseph Stiglitz abogó por prohibir las criptomonedas con el argumento de que facilitan el lavado de dinero ilícito a gran escala: “clausuradlas”, dijo en declaraciones al semanario alemán Der Spiegel y señaló que la prohibición podría introducirse en el punto de la cadena en que las criptomonedas se cambien a dinero normal. Entre tanto, hace años las instituciones se esfuerzan en volver más transparentes los mercados financieros, argumentó.
Daron Acemoglu atribuye el auge del bitcoin a la promesa de ganancia rápida, cierta ingenuidad tecnológica, la demanda del mundo criminal y al falso relato de que las criptomonedas liberarán a la humanidad de la ‘estafa’ de los bancos centrales y de la ‘opresión’ del Estado. Por el contrario Acemoglu sostiene que “las criptomonedas no tienen fundamentos institucionales suficientes y de ahí su fragilidad y volatilidad”.
En suma, aunque Acemoglu reconoce bondades y creatividad a la tecnología subyacente, el blockchain o cadena de bloques, considera una “falsa promesa la creencia de que la tecnología por si misma nos depara un futuro brillante”.
Por último el Nobel Paul Krugman destaca que las criptomonedas tienen muy poco uso en el comercio real, tienen más de ‘moda’ que utilidad real y son sobre todo un juego especulativo. Considera que encarecen los negocios porque la transferencia del bitcoin de una persona a otra supone aportar todo el historial de transacciones mediante cálculos que usan mucha energía.
Tras preguntar ¿Qué problema resuelven las criptomonedas?, se declara escéptico porque las criptomonedas no tienen respaldo, no se conectan con la economía real y su valor depende de profecías autocumplidas.
¡Bastaría una oleada de pánico entre los mineros para que sus criptoactivos perdieran todo su valor!
Beethoven Herrera Valencia
Profesor universidades: Nacional, Externado y Magdalena.