Tras la declaratoria de Trump a Europa como su ‘enemiga’ y del anuncio reciproco de los europeos en el sentido de que aplicarán sanciones comerciales, los augurios eran muy pesimistas.
Pero una sorpresiva reunión del presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, con Trump distensionó el clima, y aunque persisten reservas mutuas, la escalada de medidas ha amainado. Juncker ofreció abrirse a la importación de soja, pues China impuso aranceles a la estadounidense, castigando a los granjeros del medio oeste, soporte electoral de Trump.
Juncker también ofreció aumentar las importaciones del gas licuado estadounidense, y, pese a que ambas propuestas son de implementación incierta, pues son agentes privados lo que realizan dichas importaciones, Europa consiguió que Trump no materialice el arancel del 20 por ciento a los autos europeos, mientras duran las negociaciones; un comité de ambos bandos seleccionará, en cuatro meses, los sectores en los que es factible profundizar la relación comercial.
Al término de la reunión Trump afirmó: “lanzamos una nueva fase de la relación (…) una fase de estrecha amistad, de relación más fuerte en la que ambos ganamos”. No obstante, el secretario de Comercio Wilbur Ross, reconoció la estrategia de presión inicial al afirmar que si no hubiera sido por los aranceles impuestos al acero y aluminio “nunca habríamos llegado al punto en el que estamos ahora”.
En todo caso, Washington mantiene cerradas sus licitaciones públicas a empresas europeas y para lograrlo deberá abrirse a los granjeros estadounidenses. Los diversos líderes europeos han defendido la tesis de “no aceptar negociar con una pistola en la cabeza”, pues por ahora los aranceles al acero y al aluminio se mantienen y la imposición de aranceles a los automóviles dependerá del estudio que al respecto realiza el Departamento de Comercio de Estados Unidos.
Alemania quería una tregua, pues se verá más afectada si se imponen aranceles a los vehículos, y por eso el ministro Peter Altamaier escribió que el acuerdo “puede evitar una guerra comercial y salvar millones de puestos de trabajo. Es muy positivo para la economía global”.
Menos optimista, el Ministro francés pidió aclaraciones y advirtió que se opone a todo intento de acuerdo comercial global y no quiere resucitar la fracasada Asociación Trasatlántica de Comercio e Inversión. España, por ejemplo, sigue afectada, ya que sus exportaciones de aceitunas negras a Estados Unidos siguen amenazadas, pues la Administración norteamericana considera que son vendidas por debajo de su justo precio al ser subsidiadas por el Gobierno y advierte que le impondrá aranceles; como forman parte de medidas de defensa comercial, nunca se negocia.
La Comisión Europea, por su parte, considera estos aranceles como inaceptables y estudia la posibilidad de elevar un caso ante la Organización Mundial del Comercio si dichos aranceles, que serían de 34,75 por ciento, llegaran a implantarse.