La mayor impresión que se llevaban quienes veían por primera vez a Paul Volcker era su elevada estatura, de más de dos metros; y la conclusión que presidentes, ministros y académicos tenían después de tratarlo y trabajar con él era que su férrea voluntad era indoblegable.
Obligado a enfrentar la severa coyuntura inflacionaria tras el alza del precio del petróleo desde US$2,50 hasta US$35 el barril entre 1972 y 1979, elevó la tasa de interés drásticamente sin ceder en su estrategia pese a las críticas de agricultores y ganaderos, quienes se levantaron en contra de los efectos recesivos de las altas tasas de interés. Aunque logró hacer reducir la inflación, ello tuvo un grave impacto recesivo.
Descendiente de inmigrantes alemanes, Volcker quien había nacido en New Jersey, se graduó como economista Summa Cum Laude de la Universidad de Princeton y como master en políticas económicas de Harvard y murió el pasado 9 de diciembre a los 92 años.
Desde 1969 hasta 1974 Volcker se desempeñó como secretario de asuntos monetarios internacionales en el Tesoro de EE. UU. cuando el presidente Nixon, tras la emisión desbordada de dinero inorgánico para financiar la guerra de Vietnam declaró la inconvertibilidad del dólar en oro, poniendo fin al acuerdo monetario establecido en Bretton Woods. Hubo presagios acerca del colapso monetario mundial que seguiría a ese hecho pero Estados Unidos obligó a los bancos centrales de Alemania y Japón a comprar dólares para evitar su desplome. Se trató de un claro ejercicio de hegemonía geopolítica abusando del señoreaje monetario y obligando a los derrotados de la guerra a asumir el costo de la estabilización del dólar.
En 1975 Volcker fue nombrado presidente de la FED de Nueva York, donde permaneció hasta 1979 cuando se convirtió en el presidente de la Junta de la Reserva Federal y fue llamado a dirigir la FED en el 79 por Carter al asumir la presidencia.
Volcker se mantuvo en el cargo hasta agosto de 1987 pues fue nominado para un segundo término por Reagan y le correspondió gestionar la crisis de la deuda externa que explotó en agosto de 1982, cuando México declaró la moratoria unilateral de 90 días, poniendo al descubierto que se había acumulado un monto exagerado de deudas a plazos cortos y tasas variables. Ello se hizo insostenible al aumentar el precio del petróleo que importaban muchos de los países deudores.
Para asegurar el pago de las deudas Volcker presionó a los países a adoptar políticas draconicanas de ajuste con un elevado costo social, sin discutir la corresponsabilidad de los bancos que prestaron desbordadamente sin medir la capacidad futura de pago de los países y sobre todo, sin discriminar las deudas legítimas respecto de las deudas contratadas por dictaduras militares.
La mayor parte de esos recursos se fugaron a los mismos bancos prestamistas, a nombre de gobernantes y militares como lo demostró el informe del senado de Estados Unidos al condenar a cinco bancos a pagar US$25 millones de multa por haber abierto cuentas a favor de Pinochet con nombres ficticios. La prueba reina de que los recursos de esas deudas mayormente no se invirtieron fue el bajísimo crecimiento de esa época conocida como la “década perdida para el desarrollo”.
En la lógica de Volcker y de los acreedores ese problema de legitimidad de las deudas no se mencionaba. Tampoco ahora…
Tras la decisión de Nixon de romper los acuerdos de Bretton Woods como consecuencia de las políticas monetarias expansivas para financiar la guerra de Vietnam y la imposibilidad de mantener la convertibilidad, las tasas de inflación anuales se mantuvieron por encima del 3% desde 1966 y alcanzaron un pico de 13,29% en 1981.
En los años previos a Volcker la FED permitió que las tasas de interés fluctuaran por debajo de las expectativas de inflación e incluso las tasas fijadas a los fondos federales fueron insuficientes para anclar las expectativas. En cambio, durante la era Volcker y post-Volcker la FED aumentó las tasas de interés por encima del 20%, logrando la reducción de la inflación, pero eso tuvo un efecto demoledor en el servicio de la deuda externa por parte de los países latinoamericanos, lo cual facilitó la intervención del FMI.
Después de mantenerse lejos de los gabinetes presidenciales, el 6 de febrero de 2011 el presidente Obama incluyó a Volcker en la Junta para la Recuperación Económica creada para enfrentar la crisis hipotecaria y financiera de 2008. Obama denunció los riesgos excesivos que los bancos tomaron antes de la crisis del 2008, e impuso límites a las cuentas de posición propia que los bancos podían manejar. En homenaje a su labor la nueva normativa se bautizó como Regla Volcker incluida en la ley Dodd-Frank.
Pese al reconocimiento de que la improvidente conducta de los bancos condujo a la crisis de 2008 y a la conveniencia de las regulaciones introducidas, al llegar Trump al poder se han realizado modificaciones a dicha regla.
La nueva normativa de 2019 exime de esa regulación a los bancos con activos por debajo de 10.000 millones de dólares y este cambio regulatorio se extendió por dos años a ciertos fondos de inversión extranjeros, abriendo huecos legales que pueden permitir que se repitan los mismos excesos que condujeron a la más severa crisis después de la Gran Depresión.
¡El reconocimiento al legado de Volcker duro poco!
Beethoven Herrera Valencia
Profesor, univesidades Nacional y Exterrnado
beethovenhv@gmail.com