Gran conmoción ha generado la exhortación apostólica La Alegría del Evangelio, promulgada por el papa Francisco y que encierra una severa crítica al modelo de economía global vigente.
El Sumo Pontífice comienza por reconocer los aportes del desarrollo científico y la aplicación de las innovaciones tecnológicas en diferentes campos de la naturaleza y de la vida, y al lado de los avances en bienestar, salud, educación y comunicaciones, denuncia que la mayoría de la población vive precariamente, y que en la era del conocimiento y la información hay nuevas formas de poder, muchas veces anónimas.
La principal crítica del Papa a la actual economía se refiere a la exclusión e inequidad existentes, pues afirma que “No puede ser que no sea noticia que muere de frío un anciano en la calle y sí lo sea una caída de dos puntos en la bolsa”. También censura que vivimos una cultura de ‘descarte’ que considera al ser un humano como un bien de consumo, de usar y luego tirar, y considera que más allá de la explotación y la opresión, los excluidos son considerados desechos sobrantes.
Particular conmoción ha causado la crítica del Papa a la teoría desarrollista del ‘derrame, que supone que el crecimiento, en un contexto de libertad de mercado, provoca espontáneamente mayor equidad e inclusión social. Con vehemencia, el Papa declara que “esta opinión jamás ha sido confirmada por los hechos y ella expresa una confianza burda e ingenua en la bondad de quienes detectan el poder económico y los mecanismos del sistema económico imperante”.
El Papa declara que “el desequilibrio proviene de ideologías que defienden la autonomía absoluta de los mercados y la especulación financiera. De ahí que nieguen el derecho de regulación por los Estados, encargados de velar por el bien común…., y a ello se añade una corrupción ramificada y la evasión fiscal”.
Para concluir, el el Sumo Pontífice contradice a Fukuyama, al afirmar que “estamos lejos del llamado fin de la historia, ya que las condiciones de un desarrollo sostenible y en paz, todavía no están adecuadamente planteadas ni realizadas”.
A los gestos que el Papa ha realizado mostrando un estilo de vida sencillo, ahora reivindica una acción reguladora del Estado, condena la creencia de que el crecimiento espontáneamente derramará sus beneficios sobre toda la población y censura la usura especulativa, la corrupción y la evasión fiscal. Todo ello, constituye un ataque a los postulados básicos de la actual globalización.
No es probable que la exhortación del Papa logre modificar las creencias y políticas de quienes gobiernan la globalización. Pero cabe destacar su intento por evitar que la religión sea utilizada para convalidar una situación en la que, a su juicio, a los excluidos se les considera desechables.
Beethoven Herrera Valencia
Profesor de las universidades Nacional y Externado.