Francia –que preside el G20– presentará en la reunión de noviembre en Cannes la propuesta de gravar las transacciones financieras.
El impuesto sería, como mínimo, del 0,1% sobre la compraventa de obligaciones y acciones y del 0,01% sobre derivados, aunque los estados miembros podrían aplicar tasas más elevadas.
Pese a la resistencia británica, y con el liderazgo de Francia y Alemania, la Unión Europea (UE) apoya la iniciativa, que generaría 57.000 millones de euros anuales si se adoptase por todos los países del G20, o 9.000 millones si se acoge en las principales economías europeas. Se aplicaría a todas las transacciones de instrumentos financieros entre entidades cuando al menos una de ellas esté establecida en la UE.
Al anunciar la medida ante el Parlamento, el presidente Durão Barroso sostuvo que la contribución de la banca a la solución de la crisis es cuestión de justicia, pues el sector ha recibido ayuda y garantías de los contribuyentes por un monto de 4,6 billones de euros en los últimos seis años.
La iniciativa recoge la propuesta del nobel James Tobin, que busca desestimular la volatilidad y la especulación, podría ser introducida en la UE en el 2014 o antes, y dejaría exentas a todas las transacciones de particulares y pymes, las operaciones de cambios de divisas al contado y los créditos otorgados a las empresas o por organismos públicos mediante la emisión de obligaciones y acciones en el mercado primario.
Dado que el Reino Unido, Bélgica, Chipre, Finlandia, Francia, Grecia, Irlanda, Italia, Polonia y Rumania ya aplican un impuesto como el mencionado, se trataría de armonizarlo a nivel regional. Por fuera de Europa, India aplica un impuesto así, pero voceros del Gobierno estadounidense se declaran reticentes a un impuesto como el mencionado y el presidente ejecutivo de JPMorgan Chase, Jamie Dion, describió dicha iniciativa como ‘antiestadounidense’.
En la misma línea, el Comité de Basilea terminó el diseño del plan que obligará a 28 de los principales bancos del mundo a mantener un 2,5 por ciento de capital extra para mejorar su capacidad de resistencia ante eventuales nuevas crisis financieras.
Todo indica que pese a la oposición inglesa y estadounidense, la medida se aprobará y, aun, si no es aplicada a nivel mundial, el hecho de que Europa la imponga para su territorio crea un precedente que podría marcar la tendencia futura de la regulación financiera internacional.
A pedido del Gobierno francés, Bill Gates preparó un informe sobre el tema, que también será considerado en la reunión del G20, el cual concluye que “un impuesto sobre las transacciones financieras no necesita ser universal para ser implementado y podría significar recursos sustanciales para financiar el desarrollo”.