El libre mercado tiene muchos, muchos defectos, como las herencias y los monopolios. En el primero, es posible pasar riqueza a la siguiente generación, causando un claro desequilibrio entre los hijos de las personas que lograron hacer un patrimonio y los que no; y el segundo, porque casi siempre se tenderá al monopolio, debido a que quien haga las cosas mejor, con menores precios, mejores costos y mercadeo, serán preferidos por el mercado y esto lleva a que en muchas categorías sean dos o tres las empresas que compiten, con precios bajos al mercado.
Por esto en muchos países hay legislaciones contra monopolios, como en Estados Unidos, donde hoy se revisa el posible monopolio en las empresas de tecnología, con la probable conclusión de su “desmembramiento”, como le ocurrió a la Standard Oil Co de Rockefeler (el hombre más rico del mundo en su momento), que fue dividida en más de 30 empresas en 1911, lo que pone la amenaza en un plano muy real. La posición monopólica per se no es mala, y es propia del sector público, como en los servicios públicos, ya que permite la reducción de costos de producción y la masificación de muchos productos; sin embargo, mucha concentración de mercado implica mucho poder, y es acá donde los legisladores de todo el mundo tiemblan.
Si hay competencia, las empresas se ven forzadas a ser más eficientes y a ofrecer mejores productos a menores costos y esto beneficia al consumidor, pero cuando las barreras tecnológicas son muy altas, uno de los competidores estará en clara ventaja y puede adueñarse fácilmente del mercado, y puede caer en comportamientos menos productivos, donde podría manipular calidad y precios. Lo que hace que el monopolio no solo sea un mecanismo de poder, sino que afecta a los consumidores.
Decir que Facebook es un monopolio es muy difícil, porque hay más redes sociales; lo mismo pasa con Amazon y Google, donde lo que prima es una preferencia del mercado por su uso, pese a que ellas mismas se “autorecomiendan”, lo que las esta poniendo en problemas. El primero es un medio de comunicación, el segundo un sitio de comprar y el tercero un buscador de información, como si la televisión tuviera una alta concentración, al igual que el comercio en una megatienda o las paginas amarillas. Con la adición, de la capacidad de interactuar con los clientes, ver sus comportamientos y almacenar todos estos datos y conocimiento.
A comienzo de los noventa o finales de los ochenta, se habló mucho de la privatización de empresas del sector público, cuando en realidad lo que buscó fue desmonopolizar el mercado, como bien lo recuerda Alberto Casas Santamaría en su libro 'Memorias de un Pesimista', donde la idea era liberar los mercados para lograr mejores servicios, como ocurrió en muchas cosas. Sin embargo, las tendencias a los conglomerados con menos costos para vender más barato continúan, y se hace cada vez más necesario pensar muy bien a qué vamos a llamar monopolio, o de lo contrario, caeremos en el trabalenguas de antaño: “El Monopolio se quiere desmonopolizar; quien logre desmonopolizarlo, un gran desmonopolizador será”.