Más carros, más aviones
Bogotá es un ejemplo de los errores de planeación. Por algún motivo se decidió que la ciudad debía desmotivar el uso del carro, y por eso desde hace más de 15 años se han implantado políticas restrictivas de movilidad, lo que ha demostrado no ser el mecanismo más útil, sino que, por el aumento de la clase media, el parque automotor crecerá constantemente, mientras que la malla vial no.
En el mismo sentido, mientras el país aumenta su ingreso per cápita, su penetración financiera y fortalece su moneda, no nos damos cuenta de que los viajes en avión crecerán significativamente, causando que nuestra infraestructura aeroportuaria se quede pequeña.
Lo llamativo es que en ambos casos el problema es de planeación, diagnóstico y prospectiva. Quienes hicieron los estudios de demanda potencial de largo plazo no consideraron que el país iba a mejorar; por el contrario, parece que asumieron crecimientos lineales o por lo menos extremadamente ortodoxos, donde consideraban que la nación no sería mejor en solo 20 años.
Hoy, el éxito nos atropella. Colombia es mucho más rica, tiene mayor capacidad de compra y más población, con mayores recursos, y esto se convierte en choque entre lo inevitable y lo posible: es inevitable que una persona que logra la estabilidad económica quiera tener su carro, y es casi imposible manejar por las limitadas vías de la ciudad.
Pensar el país en el largo plazo requiere de optimismo, no de minimizar gastos. Es cierto que los carros contribuyen a la polución, pero es el primer activo del hogar, que beneficia enormemente a la productividad. La solución es mejorar los sistemas de combustión –no sacar los carros de la calle– y hacer más avenidas para que el tráfico sea eficiente y menos contaminante.
Muchos dirán lo contrario y defenderán el no uso del carro, pero la evidencia muestra que a medida que aumente el ingreso de los hogares y la clase media, el parque automotor crecerá, y, según los datos, tenemos el pér capita más bajo de la región. No confundamos el cuidado del medio ambiente con las medidas más simples.
Lo mismo comienza a pasar con el transporte aéreo: más barato, más seguro y más rápido, pero con toda la problemática de infraestructura. La tentación es la misma: limitar el número de vuelos, aumentar el tamaño de los aviones o aumentar las frecuencias de vuelos en horas valle. Propuestas que se ajustan a la infraestructura existente, porque tememos tomar decisiones fundamentales, ya sea por ‘costo’ o por problemas de contratación.
Debemos entender que crecimos y tenemos mejores ingresos, y que esto seguirá en el largo plazo. Debemos ser optimistas con nuestro futuro, y planear la infraestructura necesaria en torno a eso: avenidas, aeropuertos, acometidas de agua y alcantarillado, redes de energía, puertos, etc. Colombia ya no es un país de ingreso medio, ni tiene una población pequeña. Necesitamos una planeación optimista y realista que haga buen uso de la deuda pública para construir activos que impacten en el ingreso disponible de los hogares. Dejemos de pensar en pequeño y limitados a lo que tenemos.
Camilo Herrera Mora