Este fin de año fue uno de los gastos más grandes de los hogares en su historia porque volvió diciembre, con Navidad, vacaciones, celebración de año nuevo y es como si quisiéramos tomar revancha por no haberla tenido en 2020.
El gasto en diciembre aumentó 45% frente a otros meses, por las cenas, decoración, licores, regalos, vacaciones y matrículas escolares; Esto sólo se puede explicar porque ese mes decidimos darles 5 regalos a otras personas, celebrar por lo menos dos noches y tomarnos un descanso, y como en 2020 no pudimos hacerlo, parecería que en el 2021 queríamos hacerlo por dos.
Esto se une a tres fuerzas que han hecho que en 2021 estuviéramos comprando más de lo esperado: (1) La descontención de compra, es decir, la compra de todas las cosas que no compramos el año 2020, como carros y ropa; (2) El temor a un nuevo encierro, que hizo que las personas que normalmente dejaban las cosas para después, sintieran que debían hacerlas ‘inmediatamente’; (3) La anticipación de compra, porque sabíamos que los precios estaban subiendo y el peso se estaba devaluando y entre más rápido compraramos, más y mejores cosas podríamos adquirir.
Estas fuerzas son temporales y no explican la realidad del cambio del comprador y del consumidor de los últimos tiempos. En 2019, los compradores colombianos estaban disfrutando un mayor y mejor uso del crédito por una mayor cobertura de los bancos y la entrada de las fintech, mientras teníamos tasas de interés bajas y de una inflación controlada; el comercio crecía, aprovechando la llegada de venezolanos, que hoy superan los 2,5 millones; en ese momento, unos consumidores estaban probando nuevos productos como los servicios de streaming y las plataformas de domicilios; mientras otra parte de la población, al tener no tener un aumento en su capacidad de compra, seguía ajustándose para mantener su calidad de vida, sin ver cambios significativos en la misma, causando enormes insatisfacciones que se reflejaron en las movilizaciones sociales de finales de 2019. Dejando ver dos realidades diferentes.
Al llegar 2020, debimos salir de las calles y entrar a nuestros hogares a tener comportamientos de consumo que quizá nunca habíamos vivido y en muchos casos con fuertes caídas de ingreso, causando que compráramos menos y aprendiéramos a usar mejor las cosas que teníamos.
Así, 2021 es un año de ajuste, donde el gasto crece porque debimos comprar las cosas que nos faltaban y prepararnos para un 2022 lleno de incertidumbre por las elecciones presidenciales (como ocurre cada 4 años), causando que la gente piense más en ir a cine, restaurantes, conciertos y viajes que, en comprar carros y muebles, porque aún no tienen claridad de lo que va a pasar.
2022 se presenta como un año mejor que 2019, con menos desempleo y pobreza, y con un primer semestre con una inflación relativamente alta, pero compensada por los aumentos de los salarios; permitiendo que sea un año como lo sueñan muchos: mejor que 2019 y como mucho de lo bueno de 2020.
CAMILO HERRERA MORA
Fundador de Raddar