La frustración que sentimos al ver a las personas incumpliendo las medidas de distanciamiento el día sin IVA, es difícil de olvidar, porque nos deja un nuevo miedo, sobre algunos que por necesidad o terquedad nos muestran que no se van a cuidar, ni a cuidar a los demás.
No debemos esperar a que, por estar contagiados, contagiemos y muera alguien que queremos, para darnos cuenta de la magnitud del problema en que estamos. Todas las personas debemos hacer lo nuestro, respetar las distancias, evitar el contacto, usar la mascarilla, estar en casa el mayor tiempo posible. Tenemos que hacer las cosas bien cada uno, para que podamos confiar. En sentido contrario y de manera casi inesperada y sorprendente, las autoridades, las empresas y hasta la justicia han reducido sus trámites y simplificado los procesos, volviéndolos virtuales, bajo la premisa de confiar en la gente, en un país donde muchas normas existen por la desconfianza que nos tenemos unos a otros.
En varios informes, como el Estudio Mundial de Valores, liderado por Andrés Casas, se puede apreciar que una de las cosas más complejas de nuestra realidad, es que no confiamos en los demás, haciendo complejo y costoso nuestro relacionamiento; hacer un contrato, es listar todos los problemas que pueden pasar y cómo vamos a “pelear”. Nos acostumbramos a pensar que “escribamos esto como si no fuéramos amigos”, sin caer en cuanta de que “el ladrón juzga por su condición”.
Nos urge aprender a confiar. Diversas instancias del Estado lo esta haciendo de una manera inesperada, pero las personas seguimos desconfiando más allá de nuestro núcleo cercano, y en el momento en que más generosidad y solidaridad necesitamos dar y recibir.
Estamos en un momento donde nos jugamos lo que tenemos y lo que tendremos, pero no hemos comprendido la magnitud de lo que estamos viviendo, porque nos acostumbrados a que el Etado, la familia o Dios nos solucionen los problemas, y en el peor de los casos, lo que hacemos es adaptarnos y resignarnos. No podemos resignarnos, debemos resignificarnos.
Debemos dar confianza a los demás con nuestros actos; cada vez que salgamos, pongámonos la mascarilla, caminemos a distancia y sonriamos, que la sonrisa se nota en los ojos, para que la tensión baje, sin olvidar la enorme prudencia que debemos tener. Mucho se ha hablado del desequilibrio entre salud y economía, y el moderador de ambas es la cultura; nuestro comportamiento, la confianza.
Cada cosa que hacemos hace que los demás confíen más en nosotros. No es solo andar con la mascarilla; por ejemplo, debemos comenzar a sacar en una bolsa de basura diferente, las mascarillas y guantes desechables, para que no lleguen a los rellenos sanitarios de la misma manera que la basura normal. Curiosamente, muchos modales que aprendimos en casa y algunas rutinas del colegio como tomar distancia, hoy son herramientas útiles para adaptarnos a vivir con el virus.
Volver, no es volver siendo los mismos, es volver siendo mejores, logrando responder la pregunta: ¿Por qué los demás deben confiar en usted?
Camilo Herrera Mora
Presidente, junta directiva de Raddar.
camiloherrera@raddar.net