Se habla de la opinión pública sin detenerse a pensar un poco sobre ella. Si en Colombia somos cerca de 38 millones de personas que podríamos votar en 2021, porque tendríamos más de 18 años, se hacen evidente dos problemas: la proporción y la magnitud.
Si un delito se comete al 1 por ciento de la población, la proporción es baja y por eso no le damos importancia, pero cuando se cuantifica y se evidencia que 380.000 personas lo sufrieron, y eso es más que todas las muertes del conflicto armado en 60 años, la sensibilidad del análisis cambia profundamente. Ya somos tantos, que algo que era imposible, ya es probable.
Lo mismo pasa con la opinión pública: atomizada y difícilmente cuantificable; un buen ejemplo es una reunión de hinchas de un equipo de futbol, donde todos dicen que el otro equipo es malo, causando que el 100 por ciento de los reunidos estén de acuerdo, pese a no ser ni el 0,001 por ciento de los hinchas del futbol, y con la particularidad que si bien están de acuerdo en torno a que equipo es mejor, seguramente no lo están en que bebida es la que más les gusta, a qué horas prefieren ver televisión o que opinan políticamente, ni mucho menos cuál es la mejor alienación del equipo, haciendo que esa clara mayoría sea vana.
Así cuando algún estudio dice que el 20 por ciento de los encuestados votarían por un candidato, esto no nos cuenta ni la mitad de la opinión de estas personas, solo dice que, de un listado planteado, escogen a esa persona y nada más, porque esa la opinión que la persona publica, y no la que no dice.
Al investigar hay dos preguntas fundamentales: ¿qué se quiere medir y para qué?, y sobre eso se diseñan las preguntas; por que una cosa es preguntar “¿Le gusta el fútbol?”, y otra muy diferente, “¿Qué tan importante es el fútbol en su vida?”; con la primera sabemos a cuantas personas les gusta el deporte, mientras con la segunda sabemos que tan relacionado esta con él, y con eso podemos hacer cosas muy diferentes.
Son muchos los comportamientos que no son estudiados sino supuestos, y eso causó que el referendo del acuerdo de paz y muchas elecciones hayan sorprendido con sus resultados: porque no sabemos leer sus resultados y solo buscamos lo que confirma nuestra opinión, pensando que es igual a la de la mayoría, cuando en realidad debemos estudiar mucho más la opinión privada de las personas, que la pública.
Lo que la gente publica sigue una tendencia, pero lo que la gente hace es seguir sus preferencias. Por esto, debemos leer con mucho cuidado los datos que nos da la opinión pública, más aún en un entorno donde sólo el 8 por ciento de las personas declaran que usaron Twitter el día anterior.
Camilo Herrera Mora
camiloherrera@raddar.net