No hay duda, nuestra economía tiene los síntomas de la enfermedad holandesa, pero el Ministro de Hacienda y la mayoría de los miembros del Emisor no lo quieren aceptar. Las autoridades económicas no están buscando alternativas para la problemática actual y la que se nos avecina.
Nuestras exportaciones en el 2001 fueron de US$12.329 millones, de los cuales U$5.481 tuvieron origen en ventas tradicionales, representando el 44% del total; entre tanto, las no tradicionales, eran de 56%, quedando claro que no dependíamos de las tradicionales, como petróleo, carbón y minerales.
Diez años después, las exportaciones alcanzaron los U$56.953 millones, de las cuales las tradicionales fueron U$39.785 millones (más del 70% del total).
El valor del petróleo y del carbón generó U$36.500 millones, mientras el café solo U$2.608 millones. Las cifras del sector no tradicional indican que se quedaron en U$17.177 millones (menos del 30% del total). Se evidencia el debilitamiento del agro frente al ramo mineroenergético, y el crecimiento de la dependencia de nuestra economía sobre este último, que para el 2012 no pinta bien, ya que han caído los precios y, por ende, buena parte de nuestros ingresos fiscales.
Situación que hace necesaria la reforma estructural tributaria para corregir tales distorsiones, puesto que tenemos gastos permanentes con ingresos transitorios.
Como se observa, Colombia tiene una concentración superior al 70% de las exportaciones en cabeza del sector mineroenergético, lo que acrecienta la vulnerabilidad de los demás sectores productivos.
El boom exportador minero, que solo genera cerca de 200.000 empleos directos, está provocando ingresos masivos de divisas por sus volúmenes exportados, impulsando con esto la revaluación, que afecta las exportaciones no tradicionales y el resto de la economía, haciéndolos perder competitividad y dinamismo.
Por el crecimiento de las importaciones de manera masiva, principalmente de bienes de consumo que antes producíamos, estamos reemplazando empleo nacional por internacional, que muy difícilmente podremos recuperar.
El Emisor, al no ejecutar políticas de intervención agresivas para lograr una tasa de cambio competitiva, ha hecho que, en lo corrido del año, los sectores no tradicionales pierdan más de 100 mil puestos de trabajo formales, la mitad del total del empleo que genera el sector mineroenergético.
Es necesario analizar las cifras que prenden alarmas, como las exportaciones e importaciones del sector agropecuario.
Hoy no somos autosostenibles y a mediano plazo podremos tener riesgos de seguridad alimentaria.
De las exportaciones enero-abril 2012, US$2.163 millones son del ramo agropecuario, de los cuales $694 representan el café; para el mismo periodo, en el 2011 el agro aportó US$2.504 millones, de los cuales el café representó $1.109, lográndose esto por la vía precio, ya que la producción se estancó.
Celebro que los doctores Cano y Echavarría, miembros de la junta del Emisor, analizaran los efectos negativos sobre el sector agropecuario y la desindustralización que se avecina, porque visualizaron el impacto de la enfermedad holandesa.
Si subió el desempleo, la inflación prevista del 2011 no se cumplió – la revaluación del país es de las más fuertes del mundo–; si cada día dependemos más del sector mineroenergético, y el agropecuario está estancado, no lo duden, padecemos la enfermedad holandesa, y está claro que las políticas que nos vienen aplicando no funcionan. Llegó el momento de cambiar.
Camilo Sánchez O.
Senador