A lo largo de la historia, a los grandes estadistas se les reconoce cuando toman decisiones, muchas veces impopulares, pero acertadas y oportunas, logrando con estas cambiar para bien el rumbo de sus pueblos, siendo recordados por su carácter, ideario y transparencia.
Por eso, el presidente Santos quedará en la memoria del país, por sus hechos concretos como haber tramitado con éxito la reforma tributaria, hacer posible la de regalías, la Ley de Víctimas y la gran apuesta por la paz en Cuba. Podría seguir postergando la solución de estos problemas hasta después de las elecciones presidenciales, pero primó el compromiso con sus electores y el país.
Contrasta con su antecesor, que duró 8 años conociendo la problemática en salud y pensiones, y pasó de agache, por ego, al no querer reconocer que es necesario modificar su engendro, la funesta Ley 100. Lo malo es que al hacer reformitas paliativas se dejó un gran hueco y el crecimiento de una corrupción que hace lo imposible por mantener el statu quo, aplazando lo inaplazable, afectando a millones de colombianos.
El presidente Santos no esquiva la tormenta. Esa es una de sus mayores cualidades, quizás sin tener gran verbo y mucho menos ser guerrerista; son sus programas y estrategia los que hacen que se vayan alcanzando los objetivos. No podemos caer en la absurda y antinacionalista confrontación personal a la que quiere llevar el expresidente Uribe, que para disminuirle el ritmo y la imagen al Gobierno, trata que el imaginario nacional asuma de manera distinta la realidad.
Lo que está claro es que nunca esperó que un estadista lo presidiera y que el Buen Gobierno hiciera dejar de añorar rápidamente al caudillo; por eso vemos desfilar candidaturas presidenciales, listas al Congreso y toda clase de mezquindades politiqueras mucho antes de lo previsto. Él sabe que de sacar avante el Gobierno la reforma de la salud y las pensiones, sus posibilidades políticas serán nulas y tendrá que seguir respondiendo por los desmanes de su administración.
Los miembros de la bancada de la Unidad Nacional nos concentraremos en los temas trascendentales; ignorar las provocaciones y el pasado será nuestro verbo. Las 100 mil viviendas y agilizar la construcción de la infraestructura vial y de servicios públicos para disminuir el desempleo, será nuestro objetivo.
Debemos afrontar el problema de la salud, acabando con la intermediación de las EPS y las IPS, y cauterizando las venas rotas de la corrupción y la politiquería que se han tomado al sector. Paralelamente, llevaremos a cabo la reforma de las pensiones revisando no solo las mil pensiones que le cuestan 50 mil millones al país, sino todas las que se dieron en Foncolpuertos y otras ramas del poder público de manera fraudulenta. Ya olvidamos cómo se perdieron más de 4 billones del BCH y no pasó nada.
Por más voces opositoras, tenemos el tiempo, las ganas y la necesidad de demostrarle al país que cuando hay Unidad las cosas se logran. Estamos seguros de que las acciones valientes de un Gobierno y un Congreso comprometidos ante los temas urgentes siempre dan frutos. No más caudillismo, corrupción y desesperanza.