Celebro que el Banco de la República adopte la idea que expuse como vocero económico del Partido Liberal de implementar nuevamente la banda cambiaria, aprovechando el buen momento económico de Colombia a pesar de la crisis financiera mundial, para proteger nuestro tipo de cambio (TC).
Hace cerca de un mes nuestro TC sobrepasó los $1.970 por dólar, debido a externalidades y al comportamiento irracional de los inversionistas ante la crisis financiera que los llevó a protegerse comprando oro y dólares, sin importarles que esta moneda y la política monetaria de EE. UU. fueran los grandes responsables de los desequilibrios mundiales por su excesivo déficit fiscal.
Esta gran demanda de dólares produce una oportuna devaluación, pero contraria a lo que se esperaba en nuestro país por los excesos de inversión extranjera, aumento de capitales golondrina debido al diferencial de tasas de interés creadas por el Emisor, al crecimiento desmedido del endeudamiento internacional privado y público, sumados a los efectos de la enfermedad holandesa reflejados en el aumento de las exportaciones de minerales y petróleo, y al retroceso de crecimiento de las mismas en los sectores no tradicionales.
Al país se le apareció la virgen y no podemos desaprovechar el momento implementando una propuesta sencilla, pero contundente: volver a ponerle piso al dólar para que no baje de $1.900 y un techo que no supere $2.100. Contamos con US$33.000 millones en reservas que debemos usar de acuerdo con las circunstancias, comprando o vendiendo cuantos dólares sean necesarios para evitar que el precio de este se salga de la banda.
En esta oportunidad no se anunciarán ni el momento ni los montos de la intervención para no volver a permitir que los especuladores sean los ganadores de la coyuntura.
Un TC competitivo estimula las exportaciones sin tener que hacerlo a través de subsidios e impide que nos inunden los mercados de productos importados baratos de mala calidad.
Cuando estaba el dólar alrededor de $1.700 para llevarlo a $1.900 habríamos tenido que gastar cerca de 6 billones para lograrlo.
Esta banda debe ser transitoria, hasta que se logre consolidar nuestro sector externo y hayamos despejado los nubarrones revaluacionistas, que conlleva la enfermedad holandesa.
Si mantenemos el TC entre esta franja estaremos cumpliendo los supuestos macroeconómicos del presupuesto nacional y no crecerá el déficit fiscal.
El Banco debe replantear el tema de las tasas de interés, pues el diferencial de más de 4,5% es muy alto, y de no corregirse rápido seguirá inundando el sector accionario y especulativo con efectos inflacionarios.
Por lo mismo, hay que implantar el control de capitales y sólo permitir que ingresen los que vayan al sector real. La banca central debe cumplir su función de control de la inflación sin afectar el crecimiento económico y la generación de empleo.
Señores del Banco, los economistas no neoliberales preferiríamos tener la inflación que supere el 3 por ciento actual, si se realizan políticas monetarias dirigidas a disminuir el desempleo a menos de un dígito, y no como hoy creando ilusiones mediáticas.
Qué bueno que el Emisor por fin pasa de ser historiador de la política monetaria a ser parte importante de su creación. Más vale tarde que nunca.