Parece obvio, pero hay que definirlas por claridad: la democracia es la participación popular en la toma de las decisiones en una organización, notablemente del Estado; la meritocracia se basa en el mérito de las personas para gobernar.
La primera aparece en la prehistoria como la forma de gobierno de tribus muy pequeñas; se destaca notablemente hace 2.500 años claro, en la antigua Grecia. La segunda tiene su génesis en China no mucho antes de la Grecia de Platón, donde este la destacó como su forma preferida de gobierno; de allí sus filósofos reyes.
Hoy por hoy nos hayamos en Colombia en la disyuntiva de la profundización de la democracia evolucionando desde la representativa de la Carta de 1886 hasta la participativa de la de 1991 o posiblemente hasta el filósofo Juergen Habermas. Allí claramente se busca resaltar el conocimiento del pueblo para que en su sabiduría se llegue a las mejores decisiones; pero también para que la población sienta que su voz ha sido oída, legitimando las decisiones que se tomen.
La meritocracia se ha dicho la antítesis de la democracia por elitista y restrictiva. Pero, ¿son verdaderamente antítesis? ¿No tienen acaso posibilidad de combinación? Pareciere de cierta manera un acertijo.
La democracia privilegia la participación, con pocas condiciones solo tal vez algunas de edad para ser electo en cargos públicos. La meritocracia se basa en conocimientos muchas veces académicos y en experiencia. Culturalmente en Colombia la meritocracia ha jugado un papel importante en la democracia por la trascendencia de la educación superior desde el siglo XVII. Claro, vino la meritocracia en la Colonia antes que la democracia después de la Independencia.
No sobra destacar que, como lo dice Lynch en su Simón Bolivar, casi todos los generales colombianos eran graduados universitarios, mientras que los venezolanos eran finqueros. Esto da la base para la frase atribuida al Libertador Ecuador es un convento, Colombia es una universidad y Venezuela es un cuartel.
Es claro que el mérito ha sido importante en Colombia. Difícilmente ha habido un Ministro sin educación superior y por el contrario pululan las acusaciones a quienes no han obtenido dicho grado transparentemente. Es más hay hoy varios con PhDs, y se les critíca la falta de experiencia.
Pero más ‘abajo’ en el gobierno sobre todo en los regionales y los locales es la democracia basada muchas veces desgraciadamente en el amiguismo y la politiquería más que en el mérito la que la rodea. Claro, esto es producto de la baja calidad de la educación pública y de la falta de acceso a educación superior de calidad que ‘auto selecciona’ además, a personas que no califican para otros cargos -¿la anti Meritocracia?-.
Si se observa el grueso de los votantes de Trump, no son los más educados, es más los graduados universitarios han huido del partido Republicano en masa hacia el partido Demócrata. Que nos diría esto vs democracias últimamente más estables como la francesa o la alemana con sus altos niveles de educación?
Carlos Enrique Cavelier
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