En diciembre mi buen amigo y excelente escritor Juan Carlos Botero publicó una columna titulada “Envidia” sobre Angela Merkel y sus grandes logros en Alemania. Creo que uno no podría sentir envidia que es ‘tristeza del bien ajeno’, si entendiera por lo que ha pasado la nación germana en los últimos siglos y que es parte indudable de su construcción como estado y nación.
Fueron un territorio en que todo el mundo les pasó por encima por centurias. La cruenta Guerra de los 30 Años (1618-1648), fue la fuente inicial de migración germana a Norteamérica por las persecuciones religiosas a los protestantes; hasta el punto que el Alemán estuvo cerca de declararse como idioma oficial de los USA en 1795.
En el siglo XIX migraron por pobreza ocho millones de germanos adicionales a los Estados Unidos.
Luego siguieron las guerras en Europa y las últimas desastrosas cuatro, una que inflamó la otra: las Napoleónicas a la Guerra de 1870 dándole Alsacia-Lorena a Alemania; esta 44 años más tarde propició la Gran Guerra en parte por ese odio entre franceses y alemanes dejando 20 millones de muertos y otros tantos heridos. Y la Segunda Guerra Mundial, con los más de 50 millones de muertos civiles sobre todo judíos y militares de muchos lados con el sello del nazismo. ¿Envidia? Luego otros 45 años de Guerra Fría en dos países con familias divididas y ejércitos extranjeros presentes.
Como decía la historiadora Pilar Moreno, el siglo XX en Colombia empezó con López Pumarejo en 1936. Quiere decir que duramos más de la mitad de nuestra vida republicana en guerras civiles y en organizarnos (sin contar la violencia de los 50s, las guerrilla y el narcotráfico).
Si los Estados Unidos son hoy lo que son y descritos hace un año por la joven poetisa Amanda Gorman como “una nación […]simplemente inacabada”, que podremos decir de nuestra adorada Colombia? Si ese poema se llama “La colina que escalamos”, el nuestro debería titularse “La media cordillera que enfrentamos”.
Pero eso no nos debe amilanarnos, así se construyen los países. Sólo en las dificultades crecemos las personas y las sociedades: la extraordinaria Merkel es producto de ello.
Y eso sin contar con el cáncer del narcotráfico, y su hija preferida, la corrupción.
Seguimos haciéndole frente en un país todavía a con una pobre educación pública, con justicia a medias, con esa belleza exuberante en toda su geografía, con la capacidad de haber llegado hasta aquí con toda nuestra violencia abordo. Con potenciales gigantescos en la tenacidad de su gente, con una prensa sólida, con la clase media educándose post-universitariamente aquí y afuera, con campos por cultivar para hacer vivo nuestro sueño de potencia agroalimentaria y genética como nos lo decía el propio Edward Wilson desaparecido hace unos días: “ustedes son la Arabia Saudita del siglo XXI!”.
“Pasemos de la indignación a la acción”, se dijo ya en esta campaña electoral. Más que envidia por Alemania yo diría Extrema Admiración.
CARLOS ENRIQUE CAVELIER
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