La oí alguna vez y me pareció una muy adecuada descripción de Colombia. Cuando uno se imagina visualmente la figura aparecen ese Bogotá-Cali-Medellín-Barranquilla-Bucaramanga-Pereira además de otras, y ¿alrededor de ellas qué? ¿Dónde está el campo?
Esta metáfora podría contar la historia del desarrollo de esas ciudades colombianas en los últimos 60 años: cuando pasamos de tener una ruralidad del 75% al 25%, a causa de una migración empujada no solo por factores económicos como en todo el tercer mundo, sino especialmente por la violencia. Los años 50s arrancaron ese proceso con la violencia bipartidista que nos diferenció con el resto de América Latina donde el proceso se dio solo a una gran ciudad como Lima, Santiago o Buenos Aires. Cuando se le huye a la violencia la migración es a donde se pueda, al lugar más cercano.
Dada la violencia en el campo por el partidismo, la guerrilla y el paramilitarismo, Colombia es el único país grande de América Latina en no tener un sector agroindustrial desarrollado y exportador. Claro, eso ha venido cambiando en la última década con productos como el aguacate, la carne o las frutas, pero todavía minúsculamente para nuestro potencial -no se diga para el déficit comercial-.
El campo colombiano siendo caracterizado por la horrible frase de que “empobrece y embrutece”. La edad promedio del campo colombiano es 20 años superior a la media del país y esos 12 millones de habitantes albergan el 60% de los pobres del país impulsados por la informalidad, la falta de conexión de canales comerciales, la carencia de irrigación de crédito (sólo el 10% tiene acceso), la falta de asistencia técnica o la brecha educativa.
¿Alrededor del archipiélago qué hay entonces? Todo esto compila en un mar de pobreza y desinstitucionalización que contratasta con ‘la tierra firme’ de las grandes ciudades relativamente llenas de empleo formal, con instituciones sólidas y burocracias profesionales que han construido a la par de un sector privado fuerte ciudades como Bucaramanga con 50% de su población en clase media; entre lo mejor de América Latina.
En otros países las industrias y las personas están repartidas mucho más proporcionalmente entre el campo y la ciudad: Alemania con 83 millones de habitantes sólo tiene una ciudad de 4 millones, Berlín. El resto son decenas de ciudades intermedias y pequeñas. Pero Brasil hoy no empieza a ser diferente de Alemania.
Si se sale a 10 km de Bogotá, Manizales o Cali y cualquiera de sus municipios está 40 años atrás en promedio en instituciones o profesionalismo. No se diga los Puerto Gaitanes, las Montañitas o los Sincés.
“La violencia en Colombia tiene origen en que no tiene control sobre su territorio” me dijo alguna vez un senador Norteamericano. La extensión al desarrollo territorial rural debe ser uno de los parámetros de nuestro desarrollo hacia el futuro. A menos que el paradigma del profesor Jim Robinson sea verdadero, y debamos ‘dejar así’.
Carlos Enrique Cavelier
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