Mientras la opinión pública se enteraba sobre la iliquidez del sistema de salud colombiano y cómo está enfermo de gravedad por la situación de los llamados servicios No Pos, Portafolio publicó una interesante nota sobre la salud en Suecia.
“A Suecia, el mejor sistema de salud, le faltan enfermeras”. Difícil creer esa carencia en el 80 por ciento de las estructuras sanitarias para 10 millones de suecos, considerados unos de los habitantes más cuidados del mundo y que pagan una media de impuesto sobre la renta cercana al 50 por ciento.
El país que tiene una de las tasas más altas de supervivencia de los enfermos de cáncer en Europa, se aboca a la degradación de la red primaria y de los hospitales. Le faltan médicos especialistas. La ley prevé un plazo máximo de 90 días para una operación o consulta. Un tercio de los pacientes espera más tiempo…
Suecia, ¡Suecia!, tiene problemas de presupuesto para la salud. La falta de profesionales, especialmente en zonas alejadas, ha disparado las consultas por internet. Y la inmigración, con 200.000 solicitantes de asilo desde el 2012, tiene al país en camilla. Súmenle el aumento de la población que envejece: en un lustro, 70.000 mayores de 75 años engrosarán el conjunto actual. ¿Algún parecido con Colombia?
La realidad de los sistemas de salud del mundo frente al colombiano, que cubre el 97,2 por ciento de su población, y que es tal vez el más o el único solidario sobre la tierra, la aprecian mejor los compatriotas que emigran.
Les aterra enfermarse en el exterior. Sin costosas pólizas privadas, la dolencia mínima es crítica. Les drena el presupuesto. Entre quienes se presenta la posibilidad de regresos periódicos, y si es posible, hay continencia del dolor para entregarlo al sistema de salud nacional. Muchos extranjeros se están revisando y operando aquí, en el auge galopante del turismo de salud.
El paneo más exacto sobre los sistemas de salud en el mundo lo hizo Mark Douglas Britnell, en su reconocido libro In search of the perfect health system.
Hay de todo en esas prácticas ejemplares. Y salen a relucir –trátese de Francia, Suiza, Inglaterra, Canadá o Japón– características muy claras. Un evidente papel controlador del Estado. Elevados impuestos. Límites en la atención pública básica (lo que aquí sería el POS) y altos costos por lo que se exceda (No Pos). Combinación de agentes públicos y privados. Un altísimo nivel de información. Y prevención. Mucha y definitiva prevención.
La crisis económica va aparejada a un reconocimiento enunciado por el exministro Alejandro Gaviria: el sistema de salud es la conquista y el desarrollo social más importante de las últimas décadas. Las quejas y reclamos no llegan al 1 por ciento del total de atenciones. Pero eso no es noticia. Todo se tiñe con el colapso de Medimás.
Hay que mejorarlo, ajustarlo. Y cumplirles los compromisos de pago a todos sus agentes. La Ley de Punto Final no es el olvido que seremos. No lo sometamos a una muerte financiera y de prestigio público. Ojalá se contara todo lo que ha hecho en 25 años nuestro sistema de salud. Habría motivos de orgullo y razones suficientes para descolgarlo del patíbulo en que lo mantenemos.