Era de apellido Navarrete, el compañero que en quinto de bachillerato me habló por primera vez de El tercer ojo. ¡Imagínense! Muchachos de 16 años en un colegio mixto, habíamos decidido paliar el ataque hormonal del medioambiente femenino buscando la iluminación y acodándonos en la ventana del misticismo.
Mi amigo era un buscador más avanzado en el aura, el viaje astral y otras ideas de Lobsang Rampa. Y desmenuzaba con autoridad las propuestas de otro guía llamado Samael Aun Weor, que pregonaba, entre otras, la transmutación de la energía sexual. O sea, que no es necesario eyacular, pues las jerarquías divinas seleccionan un espermatozoide fertilizador y el otro milloncito se puede quedar en casa.
No transité ninguno de los dos caminos. Es decir, ni abrí el ojo ni cerré la fuente, pero no dejé de considerar a Rampa y a Samael dos venerables maestros orientales, aposentados en alguna especie de áshram del Tíbet o de Nepal.Los años pasaron convertidos en décadas, y hasta ahora vengo a enterarme de algunas verdades, esas que son tan escasas en este mundo de mentirijillas.
Los Áshram pertenecen al hinduismo y Tuesday Lobsang Rampa se llama, en realidad, Cyril Henry Hoskin, aunque en 1948 cambió su nombre legal a Carl Kuon Suo. Era británico, nacido en Plympton, en 1910, y tiene una vida tan fascinante que parece inventada. Su primer libro, El tercer ojo, se publicó en el Reino Unido, en 1956, y al igual que El médico de Lhasa y El cordón de plata se vendieron como pan caliente. Rampa contaba que desde niño, en un monasterio tibetano, le abrieron el tercer ojo en medio de la frente, otorgándole el poder de la visión del aura.
Relata su avistamiento del Yeti y cómo encontró un cuerpo momificado que fue él en una anterior encarnación. Su libro Viviendo con el Lama le fue dictado por su gato siamés Fifi, para que vean. Y Lobsang Rampa murió en Calgary, a los 70 años, siendo ciudadano canadiense y habiendo influido en millones de personas que todavía lo siguen.
Samael Aun Weor es aún más fantástico. Se llamaba Víctor Manuel Gómez Rodríguez, y nació en Bogotá, el 17 de marzo de 1917. Desde muy joven comenzó a transitar los senderos del esoterismo con rosacruces y teósofos, entrando en un contacto temprano con ese misterioso y la vez colosal personaje llamado Arnold Krumm-Heller, conocido como Huiracocha. En su primer libro El matrimonio perfecto, expone el asunto de la transmutación sexual y asienta en esa institución el convertir al semen en amor y sabiduría. Murió en México en 1977, y ha sido uno de los colombianos más influyentes del mundo, por lo menos en sus temas.
Ambos escribieron tantos libros, que casi alcanzan a Otto Morales Benítez. Y eso es mucho decir. Si a Rampa lo tacharon de fantasioso, a Samael lo señalaron de plagiario, y de nadie menos que Gurdjeff, Ouspenski y Krishnamurti. Su fascinante historia da para una película, aunque sea el opuesto de Rubirosa.
Otro día les hablo acerca de Osho. A ver cómo les queda el ojo. El primero, el segundo y el tercero.
Carlos Gustavo Álvarez
Periodista
cgalvarezg@gmail.com