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Carlos Gustavo Álvarez
columnista

Noticias del Leviatán 5G

La 5G es el mero mero, el top, lo máximo, el guau: la concreción de un mundo que parece ilusorio.

Carlos Gustavo Álvarez
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Carlos Gustavo Álvarez

La ministra de las Tecnologías de la Información y las Comunicaciones hizo apertura de su ejercicio con un asunto que es a la vez piedra filosofal y maléfico sortilegio.

Con su nombre de princesa de Oriente, Karen Abudinen presentó el 11 de mayo como uno de los hitos de las telecomunicaciones nacionales, puesto por Movistar al servicio de la identificación de los casos Covid-19, el primer piloto de la tecnología 5G.

Dos meses y medio después, cuando ese ministerio con sus bríos y rezagos se apuntala cimero en lo que sea que vaya a ser el futuro, el asunto comienza a dar pasos de coloso. MinTIC formalizó la invitación para que, hasta el 24 de agosto, se manifiesten las compañías que se le apunten a desplegar la 5G.

Por primera vez se incluye la banda de 3.500 MHz, que es la joya de esa alquimia. Para que no me clasifiquen como profeta maldito, y mucho menos con el tema de las telecomunicaciones en el que he trabajado largos años, apuntémosle a lo bueno. La 5G es el mero mero, el top, lo máximo, el guau: la concreción de un mundo que parece ilusorio.

Lo tiene todo. Velocidades inverosímiles (20 veces más rápidas que la 4G, que por lo menos aquí no ha terminado de inventarse), de esas que bajan en un parpadeo películas y archivos del tamaño de un trasatlántico.

Es el ábrete sésamo de las ciudades inteligentes, la realidad virtual y el internet de las cosas, entre otras cualidades, gracias a su latencia mínima.

Trabajo, Telemedicina, autos sin conductor y espacios virtuales son algunas de las facetas de ese país de las maravillas, soñado no por Alicia sino por los heraldos de la ciencia ficción.

El cuento es tan, pero tan fantástico, que un reciente artículo publicado en Portafolio remataba de esta manera: “A 4G le tomó 10 años convertirse en la tecnología celular predominante, y 5G podría demorar aún más. Pero una vez plenamente establecida, nos preguntaremos cómo hemos podido vivir sin ella”. Ni más, ni menos.

Pero de eso tan bueno no dan tanto. Digamos que el montaje de la 5G está en el meollo de la guerra comercial entre China y los Estados Unidos, aunque ahora los torpedos se lancen hacia otras dianas.

Eso, montar la 5G, es prácticamente inundar las ciudades de pequeñas cajas retransmisoras, separadas por distancias exiguas, pues solo así se podrá bajar a la populosa tierra este artificio del Olimpo.

El debate sobre el efecto de las antenas en la salud humana ha acompañado a la comunicación celular en todas sus Generaciones. Y ahí va. Solo que con la 5G el asunto se ha exacerbado hasta el pánico.

Las razones argumentadas aseguran que no se salvarán ni humanos ni animales ni medio ambiente. Solo busquen en Google, para que vean que es como si emergiera el Leviatán. Karen tendrá que afrontar, también, esa porfía, para que el uso del espectro no se convierta en una fábula espectral.

Carlos Gustavo Álvarez
Periodista.
cgalvarezg@gmail.com

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