Una película y una serie por episodios hacen por estos días las delicias de los espectadores y del vasto y tumultuoso mundo de las redes sociales.
La primera es “Parásitos”, cinta surcoreana dirigida por el talentoso Bong Joon-ho, que, al alzarse con cuatro estatuillas del Óscar, cimbró el mundo de Hollywood y signó la historia del cine. Todos los géneros confluyen en ese naufragio cruento de ricos y pobres –humor, terror, suspenso, drama– encarnados en personajes inolvidables, alados en un guión original gracias a la magia de virtuosos actores.
La serie es más local, nativa. Vernácula, digamos. La protagoniza Aída Merlano y tiene un elenco innumerable que no solo gira alrededor de esta atractiva barranquillera. La verdad es que escapa de la pantalla, como en “La rosa púrpura de El Cairo”, de Woody Allen.
Ha venido desarrollándose por entregas y tiene todos los ingredientes de las producciones hechas para la taquilla: intriga, sexo, acción, fugas –con cuerda y porrazo, no confundir con “La soga”, de Hitchcock--, persecuciones, manipulación, delaciones y corrupción. Mucha, pero mucha, mucha, corrupción…
Tal vez en eso establece una simbiosis –-a partir de este momento la columna se cifrará en un lenguaje plagado de infección y miasma deletéreo— con “Parásitos”. Ella misma lo dijo en la entrevista que se volvió tendencia, basculando entre el agravio y el desdén. Que todo lo que estaba contando no reflejaba otra cosa que la apropiación del país y del Estado por una cepa de parásitos.
Aquí hay que volver a lo básico. Para entender mejor esto del parasitismo. Wikipedia: “En el proceso de parasitismo, la especie que lleva a cabo el proceso se denomina parásito y la especie parasitada se llama hospedador, hospedante o anfitrión”. Es decir, parásitos son los que menciona Aída, y muchos, pero muchos más.
La especie parasitada es el Estado colombiano. Sus recursos. Hay predominio de los endoparásitos. Es decir, viven dentro del organismo hospedador. Se lo meriendan, pero lo mantienen vivo. Para beneficiar, también, a los ectoparásitos por la vía del contractus dolo malo.
El parásito se adapta a la respuesta inmunitaria y el hospedador lo hace también a la vida parasítica. Cómo voy yo ahí, del mismo modo y en el sentido contrario. En palabras del experto en parasitosis Roberto Gerlein, al referirse al efecto reproductor de la infección, que en Colombia se conoce como “compra de votos”, así es en la Costa y en todo el país.
Los parásitos de esta patria saqueada se han extendido por las tres ramas y por varios poderes patógenos, alcanzando lo que se denomina “coespeciación”. Es cuando la relación del hospedador con su parásito o sus parásitos –pues donde come uno comen dos y etc.– se vuelve estrecha, simbiótica.
Lo anterior no evita el intercambio de sustancia$, que provocan en el hospedador una respuesta inmunitaria. La lex et iustitia, en este caso, es absolutamente inmunoevasora. Un parásito que mata al organismo donde se hospeda se denomina “parasitoide”.
Lo pueden consultar en el texto “Captura y reconfiguración cooptada del Estado en Colombia” (Luis Jorge Garay). Comprobar en las próximas elecciones. Y lamentar en las siguientes emisiones de la saga Merlano.
Carlos Gustavo Álvarez
Periodista