El 2018 va languideciendo como un año de aniversarios nacionales curiosos y disímiles, entre los que se mezclan los 50 años de Arroz Roa, el señor arroz, los 70 años de RCN y Caracol Radio y la Universidad de Los Andes, y el más reciente y significativo , por su larga historia: los 140 años de la Cámara de Comercio de Bogotá.
Hay uno, sin embargo, que quiero mencionar, por el significado que tiene en la película de mi infancia. Se trata de los 70 años que cumplió la ‘Panadería y Pastelería El Cometa’.
Hay que remontarse al Barrio Santa Fe, de Bogotá, nombre y lugar que ya no pueden enunciarse y referirse en el marco de serenidad y asombro en el que muchas personas nos movimos. Al ver hoy sus calles de lenocinio y delito, cuesta trabajo creer lo que voy a relatar.
Había un circuito de la delicia. Comenzaba en la Pastelería Gloria de la Calle 22 con Carrera 16, al lado de la cual se erigía Cyrano. En la otra acera estaba la Surtidora de Aves original, con un pollo rico y tostadito, premio de domingo mensual en el presupuesto estrecho de mi familia.
Más arriba estaba el restaurante La Barra, al que yo accedería muchos años después, cuando la situación económica cambió al igual que el destino. Subiendo, antes de llegar a la Séptima y de voltear hacia la primera Pesquera Jaramillo, brillaba la ‘Panadería y Bizcochería El Cometa’. Y al frente, la Panadería San Isidro y en la esquina, la Droguería Nueva York, que también tenía un lugar en la Calle 23 con Avenida Caracas, que tal vez hoy haga parte de los dominios carnales de La Piscina.
Bajando por la 23, el inolvidable Refugio Alpino y (...). Difícil detallar esta geografía del afecto. Pero en ella se amalgaman El Cisne y el Cream Helado, hasta llegar a la San Marcos de la 40, que ya va por los 75 años.
“El Cometa”, como todos le decíamos, fue fundada en el despertar de un año aciago y sísmico: enero de 1948. Está unido a los nombres afectuosos del señor Isidoro Katz y su esposa, doña Tania Stein de Katz.
Cuando el pan francés era eso, y no la sofisticada y oblonga baguette, se compraba en ‘El Cometa’. Fresco, calientito, recién salido a las 5 de la tarde, hora ritual de las panaderías. Mi mamá lo adquiría todos los días, en medio de una multitud ansiosa y como parte de sus recorridos épicos, en los que hacía rendir su sueldo para que no desfalleciéramos con mi hermana y mi abuelita.
Como parte de la magia que las madres hacen para sostener a sus hijos cuando no hay papá, todos los días había en la mesa alguno de los dos panes de ‘El Cometa’. El otro era el llamado ‘pan trenza’, dulcecito y tentador. Porque en la mente de esas mujeres heroicas la prioridad del presente es la comida y del futuro, la educación.
De la entraña de ‘El Cometa’ emergió Leo Katz, uno de los empresarios de comidas y restaurantes más importantes de América Latina. Pero esa es otra historia.
Carlos Gustavo Álvarez G.
Periodista
cgalvarezg@gmail.com