Desde septiembre del 2012, los habitantes de Bogotá hemos visto crecer una flota de buses azules, que para muchos constituyen una legión de vehículos fantasma, rodando por la ciudad en una patética desocupación.
Eso pensaba hasta hace pocos días.
Pero, luego de tramitarla por Internet, pude reclamar en cuestión de minutos la tarjeta personalizada y amarilla de Tullave, que me dio acceso al SITP.
En la calle 127 tomé la ruta 314 de la zona Suba, que rueda entre los puntos Villa Cindy y Germania. Eran las 2 y 18 de la tarde. El pasajero que viajaba cuando me subí fue la única compañía hasta un paradero en Los Andes. Se bajó en Los Alcázares. Otro se subió en el 7 de Agosto y en Quinta Mutis se sumaron otros tres. Llegué al centro con uno de ellos, que se bajó en la calle 22 con carrera 8ª.
Antes de despedirme del conductor en la valle 19, le pregunté a qué atribuía esa situación. “La tarjeta es diferente de la de Transmilenio –me dijo–. Y falta información sobre los puntos de las rutas”. Antes de que cada uno tomara su destino, me aclaró: “Pero no siempre es así”.
Pude comprobar su aseveración cuando regresé.
El minutero empujaba las horas hacia las seis de la tarde y el atardecer era tan bonito como solo puede serlo en Bogotá. El bus que tomé alcanzó a tener ocupadas casi sus 27 sillas, aunque podría completar 60 pasajeros, de haber tenido 33 parados.
El periódico El Tiempo señaló en un editorial que el Sistema Integrado de Transporte Público “es una de las apuestas más ambiciosas de las últimas décadas para mejorar la calidad de vida de los bogotanos”. Creo que es la definitiva. No solo eso: es la que más debe comprometer paciencia y esfuerzo de todos y cada uno de los capitalinos, de los empresarios, de los medios de comunicación y las autoridades para que funcione.
El tema comprende el desangre económico que ha significado para ciudad y empresarios este tiempo de funcionamiento con una ocupación calculada en un promedio de 19 pasajeros. Y va más allá. Está el asunto de las tarjetas, la falta de información, la culpa de tal y cual gobierno, la dificultad para implementar parqueaderos adecuados en algunos andenes menesterosos de Bogotá.
Pero escribo esta columna mientras asisto al foro ‘Bogotá siempre gana con el SITP’, convocado por TransMilenio y la Cámara de Comercio de Bogotá. Parte del programa es una charla sobre la cultura Metro de Medellín. Bogotá no puede fallar con el SITP. No nos puede derrotar ese desafío. Pongámonos de acuerdo. Actuemos. Y subámonos al SITP.
Carlos Gustavo Álvarez G.
cgalvarezg@gmail.com