Es preocupante que estemos volviendo a vivir una coyuntura similar a las que,en el pasado, sirvieron de antesala a grandes fracasos.
La verdad acerca de lo que esté sucediendo en las aproximaciones entre el Gobierno y las Farc no es de público conocimiento, pero ya se sienten los efectos.
Las voces en favor de los diálogos aumentan, distintos formadores de opinión proclaman que hay que ser audaces e imaginativos, y no se cansan de decir que bien vale la pena correr otra vez el riesgo de apostarle a la salida política.
No hay razones para sorprenderse, los colombianos siempre han estado dispuestos a apoyar los esfuerzos de los gobiernos en búsqueda de la tranquilidad.
Lo que produce rechazo, es que los escenarios de diálogo sirvan solo para que las Farc tomen oxígeno, pretendan paralizar la acción legítima del Estado, monten una plataforma de acción política nacional e internacional, y sigan cometiendo actos de terrorismo.
Ahora bien , ¿existe alguna razón para creer, en esta materia, que lo que fracasó en años anteriores pueda ser exitoso hoy?
La verdad es que no hay motivos para recibir las exploraciones que anuncian los medios con optimismo.
Lo que se conoce, públicamente, indica que el comportamiento de las Farc sigue siendo el mismo.
En su comunicado más reciente, no dejan títere con cabeza. Ratifican la combinación de las distintas formas de lucha, rechazan que el desarme y la desmovilización sean la conclusión de unas negociaciones, y le cierran la puerta a la discreción y la distancia en un eventual proceso.
Al mismo tiempo, hablan de paz, mientras siguen incrementando las acciones criminales.
Y, lo que es más inquietante aún, con lo poco que se ha filtrado, ya están sembrando, otra vez, semillas de división entre la inmensa mayoría, que se opone al terrorismo, y quiere paz y democracia, alrededor del falso dilema que enfrenta la obligación constitucional de combatir la violencia con la opción de las negociaciones políticas.
Es una lástima que volvamos a esos tiempos, porque la decisión de luchar contra el terror y poner la condición de su abandono primero, para poder abrir la puerta de la política, ha recibido el aval de las mayorías en tres procesos electorales consecutivos.
Aquí está la clave.
Con respecto a lo primero, no puede haber dudas, toda vez que se trata de una obligación. En relación con lo segundo, lo que le conviene a Colombia es que la sociedad se una para exigirle a las Farc que dejen la violencia, como condición previa a la iniciación de un proceso creíble.
Lo demás sería reeditar capítulos ya conocidos de nuestra historia. Cuidado, señor Presidente, cuidado.
Este país no resistiría los diálogos en medio del ruido letal de los fusiles y las bombas. En sus manos está la llave para generar unidad social útil o división e incertidumbre.
Carlos Holmes Trujillo García
Exministro y exembajador
carlosholmestrujillog@gmail.com