Gerenciar es un oficio que mezcla ciencia y arte, por lo cual es comprensible que sea difícil ensamblar un manual estándar y universal para su ejercicio apropiado, de pertinencia atemporal e irrefutable poder prescriptivo.
Aun así, una tarea bien intencionada que se han planteado a lo largo del tiempo las personas expertas en asuntos de liderazgo es identificar buenas prácticas que recojan la esencia del propósito de gerenciar y le permitan a quienes llegan por primera vez a cargos directivos tener una guía básica para mejorar sus probabilidades de éxito. Estos expertos han establecido algunas bases generalizables de utilidad aplicada que nos sirven como referencia.
Sin embargo, así como la naturaleza humana determina que algunos rasgos biológicos y conductuales sean compartidos por los miembros de la especie que habitamos el planeta, las particularidades individuales son infinitas. De la misma manera, las buenas prácticas gerenciales adoptan diversos matices relacionados con la cultura de los países y de las industrias, con los tipos de organización y sus coyunturas particulares, con los ámbitos de especialización administrativa y las dinámicas del entorno, entre tantas otras variables.
En el campo específico de la estrategia empresarial observo que retos coyunturales de la actualidad sugieren nuevos matices en cuanto a los rasgos gerenciales deseables en las personas responsables de participar en el direccionamiento estratégico de sus organizaciones.
En sesiones de conversación estratégica que he acompañado recientemente, en la que hemos logrado los resultados más satisfactorios para todos los participantes, observo en las personas que ocupan cargos gerenciales una actitud genuina de curiosidad que se manifiesta en el interés por preguntar, por escuchar tantos puntos de vista como sea posible acogiendo las divergencias sin reaccionar prematura o defensivamente ante las discrepancias. Así mismo, noto una mayor disposición a imaginar, a especular con libertad y desprendimiento para crear opciones sin descuidar el rigor al momento de escoger, aceptando la necesidad de considerar escenarios contrapuestos, renunciando a tener que soportarlos con argumentos impermeables y privilegiando ante todo su lógica.
En razón a la complejidad ahora mayor de estas conversaciones, la capacidad de articular para comunicar se hizo más valiosa. Parafrasear para integrar ideas, acordar el sentido exacto de los términos, y validar un entendimiento homogéneo de los planteamientos es hoy una capacidad gerencial crítica. Así mismo, conservar con celo la conexión entre lo estratégico y lo financiero se convirtió en el pilar para garantizar pragmatismo y pertinencia práctica en conversaciones rodeadas de incertidumbre y oportunidades multiplicadas. Curiosidad generosa, imaginación ampliada, actitud crítica, comunicación impecable, lógica sobre evidencia y pragmatismo riguroso han sido siempre prácticas gerenciales deseables para hacer estrategia que sugiero considerar como indispensables para la coyuntura actual.
Carlos Téllez
carlos@carlostellez.co