El futuro nos sigue demostrando la amplitud de la incertidumbre que le es propia. Así como al iniciar el 2020 no anticipamos una pandemia, en 2021 tampoco imaginamos el agravamiento de la situación de salud pública a nivel global que estamos observando, ni la compleja situación social que vive Colombia en la actualidad.
Nuestro aprendizaje continúa. Toda la experiencia recogida nos había dejado numerosas lecciones para la gerencia de nuestras organizaciones, y de nosotros como personas. En las empresas aprendimos, reconocimos o aceptamos, que hacer planes no garantiza que logremos imponerlos a la realidad, que las contingencias legitiman la gestión desde la improvisación inteligente, que las crisis realmente cierran algunas puertas al tiempo que abren otras, y que la flexibilidad es propia en la naturaleza de una buena estrategia.
En lo gerencial, resignificamos algunas verdades que en el pasado eran incómodas, como que los líderes no tienen todas las respuestas, que la intuición derivada de la experiencia es vital para la toma de decisiones en especial frente a la incertidumbre, y que conocernos a nosotros mismos es indispensable para conservar la serenidad frente a lo complejo, entre otras razones.
Esta muestra sucinta de aprendizajes colectivos e individuales que eventualmente hemos logrado nos invita a hacer una pausa reflexiva, en medio de la turbulencia del momento, con dos propósitos. El primero, hacer consciencia de aquello que hemos aprendido. Nos conviene sustancialmente tener claro en que somos ahora más sólidos, como personas y organizaciones, para seguir avanzando acompañados por una confianza mejor fundamentada.
El segundo es reconocer aquellos aprendizajes que nos hacen falta. Si bien muchos de ellos son contingentes, es decir, suceden por accidente, otros tantos pueden ser deliberados. Seguir construyendo confianza para gestionar las organizaciones y liderarnos nosotros mismos, pasa por buscar esos aprendizajes pendientes, aquellos que son necesarios ahora o lo serán pronto para las versiones posibles del futuro que imaginamos. Identificar nuestras necesidades de aprendizaje deliberado, colectivo e individual, requerirá de conversaciones. Tal vez ese es otro aprendizaje pendiente: dialogar mejor.
Alimentemos la esperanza identificando lo aprendido en estos meses tan particulares. De pie, en medio de esta realidad dolorosa, reconozcamos que estamos mejor preparados para enfrentarla, confiemos en que tenemos organizaciones más conscientes y comprometidas, y actuemos con coherencia desde la claridad sobre lo que el país necesita urgentemente.
Hoy la cotidianidad tiene visos de pesimismo, temor, cansancio e inconformidad. Confianza y actitud de aprendizaje serán vitales para navegar con acierto este bache en el que como humanidad nos encontramos.
Carlos Tellez
Consulor.
ctellez@bexco.co