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MARTES, 16 DE ABRIL DE 2024

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Cecilia López Montaño
análisis

Homenaje a un uniandino notable

A Roberto Junguito lo caracteriza nunca haber perdido su sencillez y simpatía, y su compromiso con Colombia.

Cecilia López Montaño
POR:
Cecilia López Montaño

Roberto Junguito Bonnet se merece, como pocos, este homenaje que Uniandinos, capítulo de economía, les ofrece a los egresados que más se han destacado en esta especie de ciencia oculta que es la economía. Roberto pertenece a esa primera generación de economistas de los Andes que hicieron estudios de posgrado en famosas universidades norteamericanas –Princeton, en su caso–.

Su trayectoria profesional ha marcado esa tendencia que han seguido economistas de nuestra universidad: academia, gobierno, organismos internacionales, pero en el caso de Roberto se agregan importantes posiciones en el sector privado, en la diplomacia, pero sin dejar nunca sus actividades académicas. Roberto es un tecnócrata, en el mejor sentido de la palabra, que no se dejó tentar por la política. Sus colegas han enfatizado otra de sus cualidades: su gran capacidad de dialogar, de escuchar a quienes tienen ideas distintas, de ser poco ideológico y más pragmático. Y esta virtud se destaca cuando los que no hemos seguido la tendencia dominante, hemos sido subestimados por algunos economistas dogmáticos. Roberto es un economista de ideas conservadoras, pero que los economistas liberales, respetamos y apreciamos mucho.

Para comprobar que es un real tecnócrata basta con una mirada a su larguísima lista de publicaciones: 1. En ninguna de sus actividades ha dejado de escribir, analizar y publicar valiosos documentos. 2. Sus publicaciones y la naturaleza de las mismas obedecen al tipo de actividades en cada etapa de su vida profesional. 3. Ha publicado con economistas de talla internacional como Dornbush, debatido con Krugman, entre otros; ha realizado trabajos para el Banco Mundial y el FMI, e investigaciones publicadas por Harvard University Press y el Fondo de Cultura Económica de México. 4. En los últimos años se ha vuelto un importante historiador de las múltiples facetas de la economía colombiana.

Decir que Roberto ha demostrado a lo largo de su carrera profesional que es uno de los mejores economistas del país, es realmente una redundancia, de manera que es mejor destacar otras facetas de su vida profesional algunas de las cuales tuve el privilegio de compartir. Desde la década de los 60, cuando éramos adolescentes, hasta hoy que estamos en la juventud de la vejez, en esa trayectoria se identifican aportes significativos a la universidad y a la economía colombiana que es pertinente resaltar en una rápida mirada a su carrera como economista.

A finales de los 60, Roberto realiza sus estudios de posgrado en Princeton y regresa a la Facultad de Economía de la Universidad de los Andes. Su mayor aporte a esta institución fue traer, junto con Francisco Ortega, a Álvaro López Toro, el mejor científico social colombiano del siglo XX y crear el Grupo de Demografía, que realizó trabajos fundamentales para el país.

En la década de los 70, de la academia pasa al gobierno, al DNP, y sale en la crisis por la renuncia de Jorge Ruiz Lara, debido a grandes diferencias con el presidente y funda con otro grupo de economistas, Fedesarrollo. Un año después viaja a Londres como delegado de Colombia ante la Organización Internacional del Café y empieza su serie de estudios sobre el tema, en ese momento, producto crucial para la economía colombiana.
Regresa a ser director de Fedesarrollo (1974-1978), donde tuvo la tarea de demostrar la independencia de esta entidad en los numerosos estudios que realizó y promovió durante ese periodo. Finaliza la década como presidente de la SAC hasta 1982, cuando entre muchos estudios prepara la propuesta para el próximo gobierno sobre lo que deberían ser las principales actividades para impulsar la producción rural que se veía debilitada.

En los 80, además de seguir presidiendo la SAC es nombrado ministro de Agricultura del gobierno Betancur. Cuando el presidente lo llama para que se ocupe de esa área, Roberto no sabe qué cargo le está ofreciendo hasta que le dice que tiene que nombrar a una mujer como viceministra y solo en ese momento se da cuenta de que lo nombró ministro, prueba de que una de esas virtudes que lo caracterizan es su humildad. Luego pasa a ser embajador en Bruselas para regresar como ministro de Hacienda, en medio de una crítica situación de la economía. Para muchos economistas este fue uno de los momentos estelares de su carrera, porque logró superar estas dificultades ante el Fondo Monetario Internacional (FMI), cumpliendo la advertencia del presidente Betancur de no crear un caos como había sucedido en otros países. Finaliza esta década volviendo a la diplomacia como embajador en Francia y posteriormente como líder gremial, presidente de Asoexport en el tema del café.

En lo años 90, es nombrado miembro de la primera junta del Banco de la República, cuando se convirtió en entidad independiente del gobierno, y al terminar su periodo de 8 años pasa al FMI como director alterno por Colombia.

En el 2000 vuelve de Washington cuando es nombrado nuevamente ministro de Hacienda en el primer gobierno del presidente Álvaro Uribe para enfrentar nuevamente una situación de crisis, por ello se ha ganado el título del ‘Minhacienda de crisis’. Al terminar esa tarea vuelve a Fedesarrollo donde continúa como investigador realizando publicaciones en diversos temas. En la mitad de la década regresa al sector gremial como presidente de Fasecolda y en ese momento es el tema de los seguros el que acapara su interés. En esos años retorna a la Academia como profesor de Cátedra de los Andes, investigador asociado de Fedesarrollo y de la Universidad Sergio Arboleda, donde publica su último libro Historia Económica de Colombia en el siglo XX.

Actualmente es Country External Advisor de Goldman Sachs y no hay misión del gobierno, reunión del sector privado que no cuente con sus aportes. Finalmente, quisiera destacar que lo que caracteriza a Roberto Junguito es nunca haber perdido su sencillez, su simpatía, su manera modesta de aproximarse a las discusiones más álgidas, a su compromiso con Colombia. Por todo lo anterior, y mucho más, se merece este reconocimiento.

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