El éxito del Brexit, que sacó al Reino Unido de la Unión Europea, es el acontecimiento que muestra claramente las diferencias de lo que está imperando tanto en el mundo de los países todavía ricos como en aquellos en desarrollo, que se llaman emergentes.
Obviamente no ha sido un hecho aislado, sino que forma parte del nacionalismo que crece de manera sorprendente en aquellas poblaciones que lograron los mayores niveles de bienestar en este planeta.
Las razones son cada vez más obvias: el pánico a perder los logros obtenidos, el no querer compartir con quienes consideran inferiores, el rechazo a los grandes flujos de migración de esos países que no han logrado los niveles de vida mínimos, los ataques del terrorismo por sectores extremistas que tienen eco entre las segundas y terceras generaciones de emigrantes. Estos temores se han generalizado en el mundo desarrollado y le han abierto las puertas del poder a personajes como Donald Trump, en Estados Unidos; a Marie Le Pen, en Francia, a un líder similar en Holanda y al exalcalde de Londres, que podría ser el próximo Primer Ministro del Reino Unido.
La primera pregunta que surge es ¿dónde están los economistas de estos países, pero especialmente los ingleses? The Economist, prácticamente aterrado del resultado de Brexit, presenta los costos de esta decisión y afirma: “¿Cómo se pude dejar el club de países que compra casi la mitad de las exportaciones del Reino Unido...?”.
Pero no se trata solo de especulaciones: la libra cayó inmediatamente a los niveles más bajos en 30 años, y lo que economistas habían previsto parece que sucederá: estos países caerán en recesión. Y continúa: “Una economía menos vibrante traerá menos empleos, menos ingresos por impuestos, y eventualmente, más austeridad”. Además, las consecuencias también serán políticas. Los escoceses, que no se querían retirar de la Unión Europea, se pueden salir del Reino Unido. Y lo peor de todo, como lo afirman muchos analistas, es que este resultado animará a los grupos nacionalistas de Europa y EE. UU.
En síntesis, puede empezar a crecer esta tendencia política en el mundo desarrollado, mientras nuestros países emergentes siguen con el modelo que parecería empiezan a abandonar aquellos que nos lo impusieron: la apertura de nuestras economías, la importancia de la integración y las profundas ventajas de ingresar a los mercados internacionales para vender, pero también para comprar.
Mientras todo esto está sucediendo en el llamado Norte, en el Sur el tema de la integración no solo no desaparece, sino que toma fuerza. Claro que la idea principal es mirar al Asia Pacífico y de allí la importancia que se le está dando a la Alianza del Pacífico, nuevo esfuerzo de cuatro países latinoamericanos: Chile, México, Colombia Y Perú. Con excepción de Colombia, el país, que pese a toda la propaganda que se le hizo al “llamado al futuro” del presidente Gaviria, poco avance ha logrado en términos de abrirnos al mundo, especialmente si se le compara con los otros miembros de dicha Alianza.
Sin embargo, ya se empiezan a ver resultados como el Mila, la integración de las bolsas de valores de estos países y, sobre todo, esfuerzos para intensificar el comercio entre ellos y entrar como bloque a conquistar el Asia Pacífico, zona que se mantiene muy dinámica en medio de las dificultades del resto de la economía mundial. Una de sus últimas decisiones fue la que plantea la reducción de los aranceles de estos cuatro países para el 95% de sus respectivos productos. Decisiones que buscan, entre otras, estimular el comercio interregional que todavía es mínimo.
¿Estamos nosotros, los países en desarrollo, entrando en una especie de contravía con lo que empieza a suceder en los países industrializados. O ellos, como puede suceder con Estados Unidos, manejarán esas dos tendencias obviamente priorizando la integración comercial?
La pregunta del millón, entre otras porque implica especular sobre un futuro muy incierto, es: ¿podrán el mundo y la economía moverse entre un mayor nacionalismo de siglos pasados y esta nueva globalización? Y nosotros que no hemos logrado consolidar nuestras democracias y por ende nuestras economías, en qué vamos a quedar?
Como para empezar a reflexionar. The Economist no habla de nacionalismo solamente como la tendencia que triunfó en Inglaterra, sino de populismo furioso, ese que conocemos tan bien en el mundo en desarrollo y particularmente en América Latina y Colombia. Además, ¿nosotros, los latinoamericanos que no hemos encontrado la senda de crecimiento sostenible, y todavía tenemos profundos retos para lograr el bienestar de todos nuestros habitantes, nos podemos dar el lujo de entrar en este debate? ¿Pero si podremos quedarnos en contravía con lo que sucede con los países ricos, especialmente cuando conservan altos grados de poder en las instituciones multilaterales que siguen influyendo en las prioridades del desarrollo?
Cecilia López Montaño
Exministra - exsenadora
Países ricos y emergentes: ¿en contravía?
Mientras se perfilan las consecuencias del ‘Brexit’, en las naciones emergentes sigue vigente y toma más fuerza el tema de la integración.
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