Deben estar en estado de frustración total quienes en las últimas dos décadas han sacrificado todo en aras de la eficiencia. La gran perjudicada ha sido la política social porque la focalización y la eficiencia desplazaron la solidaridad y la universalidad en las estrategias de salud, educación, entre otras. Lo que ha pasado en la primera semana del gobierno de Donald Trump demuestra, con contundencia, que la eficiencia no siempre es la mejor medida de éxito, sobre todo cuando está en manos de personajes de esta naturaleza.
El eficiente Trump, virtud que nadie se atrevería a negar, aparece todos los días, a todas horas, mostrando Executive Orders como si fuera, no solo el dueño de su país, sino del mundo. Y con esta acelerada ejecución, el nuevo presidente norteamericano no necesitó sino una semana en el poder para hacer temblar al establecimiento norteamericano, y de paso, al resto de países, desarrollados, en desarrollo y, más aún, a los considerados failed states.
Con un plumazo sacó a Estados Unidos del Acuerdo Transpacífico, empezó a desmontar el Obamacare, revivió proyectos de construcción de oleoductos peligrosos para el medioambiente, empezó a gestar la construcción del muro fronterizo con México, prohibió la entrada a su país a ciudadanos de siete naciones, y la lista sigue. Como el magnate del entretenimiento que es, hizo de la firma de órdenes ejecutivas un show mediático, y el mundo tiene los ojos puestos en él, intentando predecir lo impredecible.
Es imposible predecir porqué se comporta como un niño; el peligro radica en que su juguete es la estabilidad del mundo.
No es solo una imagen externa. Ya se empezaron a filtrar detalles del día a día de la Casa Blanca de Trump, en la que, como informa el Washington Post (Cillizza 2017), los consejeros presidenciales tratan de persuadirlo de que deje sus peleas infantiles por el tamaño de la multitud en su inauguración, o por el supuesto fraude electoral que favoreció a Hillary Clinton. Incluso, han considerado medidas de disciplina como cerrar su cuenta de Twitter.
Pero Trump, aparentemente, no oye razones, ni siquiera consultó a algunos de los miembros de su gabinete sobre los decretos que firmó frente a las cámaras. Solo le importan su aprobación y su imagen en los medios.
El miedo de que la imagen de su administración se viera más afectada de lo que está –siendo el presidente con la menor aprobación al momento de iniciar su mandato–, lo llevó a prohibir que las agencias del Gobierno se comuniquen con los medios, o por redes sociales.
A propósito, su equipo está relegado, mostrando cómo le va a los segundos en las grandes empresas familiares, que es lo que cree el presidente estadounidense que es su posición actual: gerente de una filial, Estados Unidos, que es parte de la multinacional llamada mundo, de la cual él es presidente. Solo se ve en sus apariciones en televisión un grupo, mayoritariamente hombres, todos blancos, con una risa nerviosa y bien atrás del primer mandatario.
Pero, mientras Trump aisla a Estados Unidos del resto del universo, otras potencias afilan los dientes para ocupar el vacío de poder que dejará en el escenario mundial. Para muestra un botón:
* Putin: un aliado implícito de Trump, que pudo haber influido en su elección como presidente de Estados Unidos. La ausencia de oposición por parte de EE. UU. en el escenario global puede favorecer a Putin en batallas geopolíticas, como la que ahora se libra en Siria.
* Xi Jinping: el mandatario chino defendió la globalización en el reciente World Economic Forum, argumentando que no habrá ganadores en una guerra comercial. (‘¿El nuevo dueño de la globalización?’, Dean 2017). Y Trump le está sirviendo en bandeja ese liderazgo, porque el distanciamiento de EE. UU. de sus aliados de Asia, con la salida del Acuerdo Transpacífico, le da más campo de crecimiento a China.
Pero, además, si el nuevo mandatario estadounidense mantiene involucrado a su país en asuntos geopolíticos globales, resulta altamente peligroso. Por ejemplo:
* Su posición sobre las armas nucleares llevó a que el Boletín de Científicos Atómicos adelantara el reloj del apocalipsis 30 segundos (AFP 2017)
* Corea del Norte amenaza con invertir aún más en su programa nuclear. Actualmente, intenta desarrollar un misil balístico intercontinental, que podría alcanzar a Estados Unidos (Hanrahan y Neely 2017).
Es decir, un niño viejo, impetuoso, que ha tomado a su país, y al mundo, como un juguete, ante una mínima provocación, puede desatar un desastre nuclear. La contraparte de estos riesgos a la estabilidad mundial es la confianza impresionante que tiene el mercado en Trump; el Dow Jones superó los 20.000 puntos la semana pasada, llegando a niveles récord, así como los índices Nasdaq y S&P 500. Los ricos se buscan, para juntarse.
Sin embargo, quedan preguntas de fondo que generan mucho temor entre el común de los 7 mil millones de personas de este universo. Por ejemplo: ¿cuál es el precio de la eficiencia económica, sobre todo por la forma como la ha interpretado Trump? ¿El debilitamiento de la democracia? Cuál democracia, si se comporta no como un rey de una nación sino como un emperador del mundo. ¿La manipulación deliberada de los hechos? Cómo negar lo evidente, no tiene la aceptación mínima que se requiere. ¿Los derechos humanos? Le importan un soberano comino. ¿Una guerra nuclear? Lo que nos faltaba.
Cecilia López Montaño
Exministra - Exsenadora.
análisis
Trump, ¿el mundo es su juguete?
El mandatario chino defendió la globalización en el World Economic Forum. Por su parte, Trump le está sirviendo en bandeja ese liderazgo.
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Cecilia López Montaño
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