Álvaro López Toro es uno de esos casos que demuestra la poca memoria que tenemos los colombianos, y nuestra incapacidad de valorar a esas personas excepcionales que no solo nacieron en este país, sino que además nos dieron lustre y aportes trascendentales. Su vida, aunque relativamente corta –nació en Medellín en 1926 y murió en 1972–, dejó en su paso por la academia nacional e internacional, y como docente en la Universidad de los Andes, un legado que marcó la carrera profesional de quienes tuvimos el privilegio de ser sus alumnos.
Después de haber sido reconocido como una mente privilegiada en universidades tan prestigiosas como Princeton, donde hizo su doctorado, llega a la Universidad de los Andes y crea la escuela de Demografía en el Cede, la cual se enfoca en el tema la demografía económica, un área que se ocupa del análisis de las interrelaciones de la población con variables económicas y que era novedosa en este país. Paralelamente, en esos momentos estaban sucediendo grandes cambios en el comportamiento de la población colombiana, que sorprendieron y preocuparon, entre otros, al gobierno, porque estas nuevas realidades exigían significativos ajustes en el diseño de políticas públicas.
En particular, después de registrarse tasas de crecimiento de población superiores al 3 por ciento, se daba comienzo a una nueva transición demográfica, marcada por el descenso en las tasas de fecundidad, y, por consiguiente, una reducción en las tasas anuales de crecimiento poblacional, proceso que ha continuado hasta hoy cuando la población colombiana crece a una tasa de aproximadamente 1 por ciento.
Mientras estos importantes procesos sucedían en el país, el desconocimiento sobre estos cambios en sectores del gobierno, era preocupante. Por ello, su cátedra de Demografía era novedosa, pertinente y generaba inquietudes. Además, después de Jorge Ruiz Lara, quien fue el primer Ph. D. que llegó a enseñar en la Facultad de Economía, López Toro fue el segundo con ese nivel de formación, que, además, traía consigo una historia insólita: el reconocimiento como uno de los mejores demógrafos de América Latina. Bajo su dirección, tanto en Colombia como en Princeton, contribuyó a la formación de economistas que han asumido grandes responsabilidades en el país.
Sus análisis motivaron importantes decisiones posteriores, como un documento Conpes que mostraba el rápido descenso de la tasa de crecimiento de la población, que en principio fue rechazado por el presidente Turbay porque, con alguna razón, afirmaba que se debían estudiar las consecuencias políticas de ese cambio que afectaba la representación de las distintas regiones en el Congreso de la República. Pero a pesar de haberse frenado, al día siguiente apareció en los principales diarios del país y se inició seriamente el estudio de todas las implicaciones que esta nueva realidad de la población colombiana, tendría en el diseño de las políticas públicas.
Cuando Álvaro López salió de la Universidad de los Andes y pasó al Banco de la República, se hicieron varios esfuerzos por mantener esta Escuela de Demografía. Sin embargo, esta desapareció hasta el punto en que hoy no aparece en la historia del Cede. Murió Álvaro López, quien también había trabajado con el Centro de Población, institución que junto con él y su equipo marcaron una época de los estudios demográficos en el país.
Con su muerte, poco a poco desapareció el interés por este tema, incluso en el DNP, olvidando que este es un área neurálgica que se interrelaciona con la economía y fundamental para entender la sociedad.
Entre sus muchas publicaciones internacionales y nacionales, en el caso de Colombia no solo aportó a la demografía económica, sino a la historia económica de regiones como el Valle del Cauca y, especialmente, sobre la migración antioqueña. Debe anotarse su obsesión por tratar de resolver el grave problema que encontró en nuestro país, por la mala calidad de las estadísticas vitales y por los grandes errores que identificó en los censos de población del país, especialmente los que se realizaron en 1951 y 1963. Tratar de resolver estos dos tipos de problemas que consideraba fundamentales, fue uno de sus propósitos y escribió una de sus obras más conocidas y aplicadas Análisis demográfico de los censos colombianos, 1951 y 1964. También en esta área, orientó tesis de sus alumnos en asuntos novedosos en ese momento como el cálculo de tasas de mortalidad y fecundidad por el método de Brass, para encontrarle salida al problema de las estadísticas vitales del país.
Su extensa obra ha sido recopilada por el Banco de la República, pero solo hasta ahora, 45 años después de su muerte, se le hace un homenaje en la Academia Colombiana de Ciencias Económicas, con el apoyo del Emisor, que en una serie de sesiones con la participación de investigadores colombianos y de Albert Berry, se recordará esa personalidad maravillosa, esa mente privilegiada y ese legado que nos dejó no solo a sus alumnos, sino a este país y al mundo académico.
Ojalá que las nuevas generaciones de economistas, historiadores, matemáticos, e ingenieros, aprovechen esta oportunidad que ofrece el homenaje a su memoria y a su obra, para comprender lo que significan esos valores que nos trasmitió: consagración al estudio, disciplina, honestidad intelectual, modestia, angustia por el conocimiento y amor por su tierra. Este país no puede ignorar una de las mentes más brillantes que ha tenido. Es hora de que se reconozca que Álvaro López Toro fue el científico social colombiano más importante del siglo XX.