El pasado viernes 6 de marzo, el Ministerio de Salud confirmó el primer caso de coronavirus en territorio colombiano.
El 25 de marzo, el presidente Iván Duque decretó cuarentena total en el país. Cien días y 102 mil casos después, el balance de la lucha del país contra la pandemia es agridulce.
Colombia se mantiene con un número bajo de contagios por millón de habitantes (1.868 hasta el 29 de junio) y de muertes por millón (63 hasta ese corte) en comparación con otros países latinoamericanos como México, Ecuador, Chile, Perú y Brasil.
No obstante, en las últimas semanas, el ritmo de crecimiento de los contagios en el país está generando preocupación. En especial, ahora que la mayor parte de los casos se localizan en unas zonas específicas del territorio nacional como Barranquilla, Bogotá, Cartagena y Cali, entre otras localidades.
Mientras el mundo supera los 10,2 millones de casos confirmados y medio millón de muertes, el eje de la pandemia se está trasladando al continente americano. Colombia, a un nivel menor que otras naciones de la región, experimenta también una aceleración de la velocidad de los contagios en medio de un proceso de reapertura gradual de la economía.
Cien días después del primer decreto de cuarentena, las restricciones afortunadamente son hoy más flexibles. El precio social y económico que pagó la sociedad colombiana por el confinamiento estricto durante el mes de abril fue muy alto.
Un hundimiento de más del 20 por ciento de la actividad económica del país, una disparada del desempleo al 20 por ciento, la pérdida de billones de pesos en ingresos de los hogares, los índices de confianza comercial e industrial en mínimos del 25,5 y el 35,8 por ciento, entre otros indicadores macroeconómicos y sectoriales, ratifican el primer mes de la cuarentena como el momento en que la economía realmente tocó fondo.
Los restantes dos meses -mayo y junio- confirmaron no solo que el desplome económico de Colombia en 2020 sería de magnitudes históricas, sino también la necesidad del Estado de desplegar planes de subsidios y ayudas a las empresas y a los hogares sin precedentes.
En estos cien días con distintos grados de aislamiento, tanto el Gobierno Nacional y administraciones locales han podido implementar canales exitosos de transferencias monetarias, como las empresas de todos los tamaños han adoptado protocolos sanitarios para retornar a sus operaciones.
Al igual que en otras partes del mundo, la flexibilización del confinamiento ha empezado a desplazar parte de la responsabilidad del cuidado contra el virus de los gobiernos a los ciudadanos.
Sin embargo, la muy exitosa narrativa del “Quédate en Casa” de la cuarentena no ha podido ser sustituida por comportamientos ciudadanos de autocuidado y de protección de los demás. En muchas ciudades del país pululan fiestas y aglomeraciones que reflejan tanto indisciplina e incultura como la entendible fatiga del encierro.
La falsa disyuntiva entre la salud y la economía sigue viva en el debate público a pesar del alto costo de los confinamientos. Las cuarentenas en economías similares a la colombiana- con alta informalidad, déficit habitacionales y otros factores, son menos eficaces que las de países ricos. Al contrario, exacerban las inequidades laborales, digitales, económicas y de género.
Tras cien días desde la primera cuarentena, Colombia debe equilibrar una gradual reapertura, limitada por el impacto económico de la pandemia, en medio de un crecimiento de los contagios. Aprender a vivir con el coronavirus implica tanto reforzar los distanciamientos sociales y los protocolos como reactivar con mayor ritmo.