Este es el último editorial del año. Y de la década. No hay una sola palabra o fenómeno que logre condensar los hechos económicos que experimentó Colombia durante 2019. Si el mismo ejercicio se hace a nivel global la ganadora sería la guerra comercial entre Estados Unidos y China que no solo se mantuvo todo el año sino que generó impactos severos en la economía mundial.
Volviendo al país, si bien una palabra no podría resumir a cabalidad el año que termina, quizás dos sí. En especial un 2019 donde la economía tuvo un protagonismo mucho más destacado que lo usual desde las buenas noticias del PIB hasta las recientes jornadas de protestas ciudadanas, desde los indicadores positivos en inversión y consumo hasta las altas tasas de desempleo.
Colombia experimentó este año crecimiento con descontento. Por un lado, la economía colombiana crecerá alrededor del 3,2 por ciento mientras que el resto de América Latina se estanca en un 0,1 por ciento. Según la Cepal, Colombia y Guatemala serán las únicas naciones que no sufrirán desaceleración este año.
Jalonada por dinámicas positivas de consumo interno e inversión, la economía nacional vivió efectivamente en este año la reactivación que prometió el presidente Iván Duque desde su discurso de posesión. Construida alrededor de varias políticas como la hundida ley de financiamiento y la recientemente aprobada reforma tributaria, iniciativas anti trámites, incentivos y promoción a nuevos sectores e impulso a las obras públicas así como la inflación bajo control y las tasas de interés estables, esa agenda orientada al crecimiento va dando resultados.
La mayoría de las proyecciones para el año entrante ratifican asimismo que esta senda de crecimiento positivo se mantendrá con un aumento del PIB entre el 3,3 por ciento y el 3,6 por ciento. Los factores arriba mencionados más la dinámica de inversión que genere la nueva reforma tributaria, también llamada ley de crecimiento, y la recuperación del sector de la vivienda convertirían a Colombia en 2020 otra vez en una de las economías de mejor desempeño en América Latina.
Pero este crecimiento positivo tiene otra cara: la del descontento social y el malestar colectivo contra no sólo las instituciones públicas sino también las empresas y el modelo económico. Las altas tasas de desempleo impiden que muchos más hogares colombianos experimenten este momento económico. De hecho, no sólo lo evitan sino que deterioran la percepción ciudadana sobre el manejo de la economía creando una sensación de desconexión.
A pesar de crecer en medio de un difícil entorno regional y global, los niveles de crecimiento de la economía no son aún los suficientes para generar impactos tangibles en las crecientes tasas de desempleo.
Aún más, el destacado ritmo de reducción de la pobreza que el país disfrutó en la última década en medio de la bonanza de las materias primas se ha frenado desde hace unos años.
Al desempleo, que golpea a mujeres y a jóvenes con más severidad, y al estancamiento en la lucha contra la pobreza se suma la urgencia de adoptar reformas al sistema pensional y las normas laborales, políticamente impopulares. Precisamente son varios de estos retos económicos, complementados por las demandas por mejor servicios de salud y más cobertura educativa, los que alimentan la expresión sin precedentes de este descontento social.
El riesgo de que esta combinación de crecimiento con descontento continúe en 2020 es alto. La hoja de ruta para mantener el crecimiento, aún insuficiente, está más clara que la estrategia para canalizar el descontento y tramitar las demandas.
Muchas gracias a todos los lectores por acompañar durante 2019 este espacio editorial. Portafolio regresará el próximo 7 de enero de 2020. Feliz Año para todos.