El término parece más propio de la agricultura. Aun así, los economistas hablan de retoños verdes cuando desean señalar que en un país empiezan a aparecer señales de recuperación, después de un periodo de clima difícil.
Y aunque no podría hablarse precisamente de una primavera, los indicadores disponibles sugieren que en Colombia surgen algunos signos tímidos de mejoría. Por cuenta de diferentes mediciones, los analistas ratifican que este semestre superará en desempeño al primero.
Las proyecciones recientes del Banco de la República hablan de una expansión del 1,6 por ciento en el producto interno bruto del 2017, una cifra que supera al 1,2 correspondiente a la primera mitad del año. Si bien el cálculo no da para hacer ferias y fiestas, implica que la velocidad en estos meses subirá a, por lo menos, el 2 por ciento anual.
Los motivos de las proyecciones ligeramente al alza son varios. Para comenzar, el entorno global va en mejoría, como lo ratifican entidades que incluyen Banco Mundial o el Fondo Monetario Internacional. Tanto en los países desarrollados como en los emergentes hay un mayor dinamismo por cuenta de los gastos de los consumidores, aumento en los flujos comerciales y cierta recuperación en los precios de las materias primas.
Un ejemplo de ello es el precio del petróleo, cercano a los 57 dólares el barril, en el caso de la variedad Brent, que es el principal referente de crudos pesados como los que vende Colombia. Si bien el nivel dista de los alcanzados en la época de la bonanza que terminó a mediados del 2014, supera en 15 por ciento las cotizaciones de hace un año.
Ese factor le ayuda a la economía nacional en varios frentes. De un lado, está el aumento de las exportaciones, que este año llegarían a cerca de 36.000 millones de dólares, unos 5.000 millones por encima del guarismo del 2016. Mayores ventas en ese campo ayudan a disminuir el déficit externo, que llegó a ubicarse más allá de los límites de lo aconsejable, con lo cual disminuye uno de los motivos de inquietud de los observadores.
A lo anterior se suma que las inversiones en exploración y producción tienden a subir, pues hay yacimientos que se vuelven rentables en el actual escenario de cotizaciones.
Tampoco hay que menospreciar que el cese de hostilidades acordado con el Eln debería llevar a que los atentados contra la infraestructura petrolera cesen, lo cual se notará en una mayor extracción de hidrocarburos.
Por otra parte, el descenso en los índices de inflación sirve para que el poder adquisitivo de los hogares aumente. Firmas como Raddar muestran que el consumo de las familias viene en franca mejoría después de que el calendario arrancó muy mal.
El menor ritmo de la carestía le ha permitido al Banco de la República impulsar una baja en las tasas de interés que, dependiendo de la categoría del crédito, han descendido hasta en tres puntos porcentuales. Gracias a esa circunstancia, aparecen reportes que sugieren que la disposición a pedir prestado es mayor, al tiempo que el deterioro de la cartera parece haberse detenido.
Los especialistas también destacan que el mercado laboral no ha sufrido el deterioro que muchos temían. El dato de desempleo de agosto, que se conoció la semana pasada, mostró un leve incremento a nivel nacional, combinado con una desocupación estable en las 13 áreas metropolitanas más grandes.
Si esos elementos se combinan con un sector agrícola que muestra buenos números, que pasan por el café, junto con el avance en la infraestructura, por cuenta de proyectos como los locales o las concesiones 4G, es posible afirmar que el viento sopla en sentido favorable. Ese soplo, sin embargo, es todavía suave por lo cual es mejor no apresurarse a pronosticar el retorno de las ‘vacas gordas’. Aun así, los retoños verdes sirven para dejar en claro que lo peor quedó atrás. Ahora de lo que se trata es de ganar impulso.
Ricardo Ávila Pinto
ricavi@portafolio.co
@ravilapinto